José María Herrera: Pensar con la cámara / ‘Cuarentena. 40 días & 40 noches’ de Geandy Pavón

Artes visuales | fluXus | 24 de abril de 2025
©G. Pavón, ‘Día 12’, serie Cuarentena. 40 días & 40 noches.

Cuando fue inventada la fotografía muchos pensaron que la pintura estaba condenada a desaparecer. Era la época del realismo y se daba por sentado que la competencia entre ambas se decantaría a favor de la nueva técnica. Esta, no obstante, contribuyó indirectamente a que el arte pictórico se desarrollara en direcciones inesperadas que, lejos de lo que se creyó al principio, lo han enriquecido. Dado que no estaba en condiciones de competir con la imagen fotográfica en cuanto copia fidedigna de la realidad objetiva, la pintura abandonó la imitación de lo real y ensayó otras posibilidades.

Dos siglos después de que Niépce revelara la primera fotografía de la historia (Vista desde la ventana en Le Gras), la propia fotografía parece haber quedado en entredicho en su condición de testimonio fidedigno de lo real debido al poder de la tecnología para crear imágenes a través de algoritmos. Nemotipos es el nombre con que algunos denominan a estas imágenes nuevas y engañosamente reales. Le ha sucedido en cierto sentido a la fotografía lo mismo que le pasó a la pintura (ha dejado de ser fiable), pero, de igual manera, esto no ha comportado empobrecimiento de ningún tipo, al contrario. Prueba de ello son las 40 fotografías reunidas por Geandy Pavón en su libro Cuarentena. 40 días & 40 noches.

El título no es casual. Como el lector habrá supuesto, alude al período de confinamiento al que estuvieron sometidos los ciudadanos de multitud de países por culpa del coronavirus. Los creadores y protagonistas del libro (Geandy Pavón, fotógrafo y pintor, e Imara López, escenógrafa y modelo) permanecieron aislados en su casa, pero en vez de estar mano sobre mano prefirieron aventurarse en un ambicioso proyecto y preparar las fotos que ahora muestran reunidas.

Con los recursos disponibles en el domicilio y algunas cosas adquiridas en las tiendas del barrio, fueron creando diversas escenas para fotografiarlas. El plan era preparar al final de cada día una nueva foto y compartirla en las redes sociales. La popularidad que muy pronto alcanzó el proyecto estimuló a los autores a seguir adelante pese a las considerables dificultades que tenían que vencer. Geandy debía de trabajar como pintor concibiendo la escena que iba a captar luego con la cámara fotográfica; Imara tenía que ayudarle a montarla y, como él, prepararse como modelo para ser fotografiada, cosa que Geandy pretendía hacer como fotógrafo analógico, o sea, resolviendo los problemas que surgieran sólo con la iluminación. “No hay manipulación de las imágenes –explica a Jorge Brioso, autor de los interesantísimos comentarios que las acompañan– los trucos se hacen en el set, no en la postproducción”. Únicamente de manera excepcional recurrió a los medios que ofrece la fotografía digital, algo que en absoluto mengua la importancia del proyecto, porque mucho más relevantes que las técnicas empleadas son siempre las obras creadas con ellas.

Ricas y llenas de misterio, las cuarenta imágenes que componen el libro recrean historias  ancladas en la tradición y a las que se dan ahora nuevos sentidos bajo la convicción de que toda historia es en realidad irreductible a expresión y, por tanto, contienen siempre más riqueza de la que suele suponerse. La mayor parte de ella son fáciles de identificar por cualquier espectador instruido –Narciso, las sirenas, la piedad, la muerte de Marat, etc.–, pero Pavón trabaja como un conceptista barroco que prefiere la polisemia a la univocidad y hasta las aparentemente más sencillas de sus fotografías encierran sorpresas para el espectador atento. Por suerte, y como he dicho, a cada una acompaña un comentario esclarecedor de Brioso. Lo que este lleva a cabo en los textos no es la clásica ecfrasis o descripción verbal de lo presentado visualmente, sino una suerte de lectura anagógica, en el sentido que dio a esta idea Platón: la elevación a una esfera superior de lo que hallamos a primera vista. Y es que si mucha gente aún cree que la fotografía se limita a mostrar lo que hay, o como decía Guy Le Quérrec, se conforma con “señalar con el dedo a alguien”, el fotógrafo que aquí trabaja está convencido de que su verdadera misión es “meter el dedo en la llaga”. La lectura de Brioso pone de manifiesto lo profundamente que esto puede hacerse, tanto, de hecho, que uno tiene la impresión mientras lee sus observaciones que imagen y texto sólo han podido conjugarse de manera tan perfecta tras un largo diálogo y una intensa reflexión compartida entre los dos autores.

La mayoría de las historias narradas proceden como he sugerido de la tradición occidental (mítica, literaria, artística, etc.), pero también de la tradición afrocubana, a la que está vinculada Imara. Con ellas no se pretende documentar lo que estaba sucediendo durante la cuarentena, ni reflexionar sobre las consecuencias reales o posibles de la pandemia, aunque hay alusiones indirectas a todo ello; el objetivo principal de Cuarentena es materializar lo que ambos, artista y modelo, imaginaron a lo largo de aquel período. “Una danza entre Eros y Thanatos” –apunta en la brillante entrevista que cierra el libro Pavón, recordando que aquellos día fueron a la vez lúdicos y terribles. Por supuesto, no son los únicos que tuvieron la ocurrencia de aprovechar el encierro para replantear de nuevo los grandes problemas de la existencia (en esta misma web reseñé yo Cuánto pesa una cabeza humana. Diario de un virus coronado por el miedo, de Alfonso Armada, y estoy seguro de que el lector recordará algunos títulos más), pero Cuarentena tiene la original virtud de ser, a la vez, libro y galería de arte.

Geandy Pavón inició su carrera artística como pintor. A la fotografía llegó más tarde. No ha olvidado, sin embargo, sus comienzos. Por eso quizá ha querido añadir al libro 20 dibujos a los que ha agrupado bajo el nombre de «entelequias» y que, a simple vista, podrían creerse bocetos a partir de los cuales se hicieron las fotografías, pero que en realidad fueron elaborados después, sin duda para mostrar posibilidades no incluidas en ellas. Se trata de algo lógico habida cuenta las ideas que expone en la entrevista final y que constituye, en cierta medida, una revelación de los entresijos estéticos y filosóficos de todo el proyecto. Cuando Brioso le sugiere la posibilidad de relacionar la creación de los espacios ficcionales en los que Pavón ha encajado su trabajo con el arte conceptual, protesta: prefiere llamar a lo que hace “arte conceptista”.

“El arte conceptual –dice– va en detrimento de la imagen, de sus múltiples sentidos”, degrada por así decir la imagen hasta convertirla en texto. El conceptismo, término que remite al barroco, procura “hiperestetizar los conceptos”, constatar la existencia de una riqueza que no se puede ver de una vez. De eso va Cuarentena, un libro en el que fotografía, pintura y filosofía conviven original y convincentemente.

Publicación fuente ‘Libros, nocturnidad y alevosía’