Hay una obsesión gótica y barroca en el arte de Carlos Estévez (Cuba, 1969) que lo hace antiguo y vigente, poético y racionalmente perverso. Como si el conceptismo y el culteranismo se hubiesen fundido en un punto omega de convergencia visual. En esa voluntad de desenterramiento, de alejarse de lo vulgar, radica la magia contemporánea con pulso steampunk de las mise-en-scène de un artista que es, esencialmente, un pensador visual. Para seguir leyendo…
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