Alejandro Anreus: La obra parisina de Guido Llinás / Génesis de la pintura negra

Artes visuales | 7 de noviembre de 2014
©Bastidor de «Pintura negra», Guido Llinás, 1971

Este pasado junio la editorial Aduana Vieja publicó el libro del profesor Christoph Singler titulado Génesis de la pintura negra. La obra parisina de Guido Llinás. Es el primer trabajo con extensión de libro sobre el importante pintor, que fue uno de los fundadores del grupo Los Once.

Llinás (1923-2005) se mantuvo fiel a la estética del expresionismo abstracto, desde la década de 1950 en Cuba, cuando comenzó a producir obra gestual y no figurativa, hasta su muerte debido a un accidente (fue atropellado por una motocicleta) en París.

En oposición a los otros onceños, como Hugo Consuegra y Raúl Martínez, que abandonaron la pintura abstracta por un tiempo y practicaron un “Pop Art” personalísimo, Llinás siempre apostó por una pintura donde la mancha, el brochazo y las texturas definían una abstracción problemática, que rechazaba lo decorativo.

En 1963 salió de Cuba y se radicó permanentemente en París, y aunque visitó la isla varias veces, comenzó a definirse como un exilado. En París Llinás produjo una consistente obra de caballete y en grabado.

Con prosa clara y sin elucubraciones teóricas, Singler presenta la vida y obra de Llinás desde su juventud en Pinar del Río hasta la fundación del grupo Los Once en La Habana, sus primeras visitas a New York (donde la obra de Robert Motherwell y Adolph Gottlieb lo influenciaron) y Paris, su identidad sexual (Llinás era “gay”) y relación con el régimen revolucionario.

El capítulo 4 enfatiza la importancia del signo en la iconografía del artista, mientras que el 6 y 7 exploran la influencia musical en su pintura y las pinturas negras específicamente.

En todo el texto, Singler nos permite escuchar la voz del artista en cartas, entrevistas y declaraciones; para los que tuvimos la suerte de conocer y tratar a Guido, estos fragmentos son un verdadero placer. Reconocemos inmediatamente su humor, lucidez política (fue un tipo de tendencias y simpatías anarquistas) y desinterés en mitológizar el pasado.

Donde creo que el texto es traído por los pelos, es en la excesiva interpretación del contexto afrocubano en la obra del pinareño. Recuerdo que Llinás varias veces le aclaró a mi colega Juan A. Martínez (y a mí también), que le molestaba que los críticos de arte siempre le preguntaban por su abuelo negro y nunca por su abuelo catalán. Al fin y al cabo, Llinás se consideraba a sí mismo como un pintor cosmopolita, en el cual lo afrocubano era una influencia más, junto con el jazz, la “NY School,”el existencialismo de la posguerra y muchos otros elementos.

Creo que este libro posee valor histórico; aparte del texto, contiene reproducciones a colores de telas y grabados importantes del artista, lo cual permite al público que no conoce su visualidad, a conocerla.

En los últimos años la obra de los plásticos cubanos que emergen en la década de 1950 está siendo estudiada en libros sustanciales y serios (Consuegra, Martínez, Agustín Fernández, Cardenas, Mijares) y ahora le tocó a Guido Llinás con el libro de Singler. Todavía faltan libros sobre Ángel Acosta León, Servando Cabrera Moreno, Roberto Estopiñán, Rafael Soriano, Antonia Eiriz y Tomás Oliva… espero que aparezcan en los próximos años.

Con este libro Singler abre la puerta para que la obra de Guido Llinás comience a ser reconocida con la importancia que se merece.