Severo Sarduy alimentaba dos facetas no muy publicitadas actualmente, pero muy queridas, de Octavio Paz: su época poética más radical que él mismo dio por terminada tras Blanco (1968), la del vanguardista de los años 60 y su pasión por la ciencia contemporánea, a la cual dedicó muchas horas de lectura durante su última década, con una avidez similar a la de Sarduy, aunque con mayor modestia. Para seguir leyendo…
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