Hace cincuenta años, en el verano de 1965, ocurrió uno de los períodos más difíciles y extraños de la vida de Guillermo Cabrera Infante: los cuatro meses que pasó en La Habana, atrapado en una situación kafkiana y realmente peligrosa, luego de que, habiendo venido al entierro de su madre, se le prohíbe regresar a Bruselas, donde trabajaba como diplomático. Para ver más sobre el tema, aquí. Para seguir leyendo, aquí 😉
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