Jorge E. Lage: Baquero, perro de lujo

Autores | Memoria | 13 de junio de 2015
©Detalle de la portada de ‘Paginario disperso’

Gastón Baquero empieza a ejercer el periodismo y poco después, en 1943, ya está escribiendo regularmente para el diario habanero Información. En agosto de ese mismo año recibe una carta de Virgilio Piñera.

«Si todo el mundo te ha felicitado yo te doy el pésame», leemos en Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta (correspondencia 1932-1978) (Letras Cubanas, 2011). «Cada día que transcurra irás enterrando fragmentos del Gastón Baquero no solicitado por el artículo de actualidad.»

El joven poeta y dramaturgo le concede al joven poeta y periodista el beneficio de la duda: «yo sé que tú escribes esas columnas sin poner nada de pensamiento ni de tu verdadero pensamiento», le dice, enfático y benévolo. Pero justo ahí parece estar el problema. Porque el remitente de la carta (la cual, aclara también, «no es un reproche sino una advertencia») ha visto lo siguiente:

«Te veo ante la máquina de escribir, la mente en blanco, expulsando como un seudópodo palabra tras palabra, y después, Gastón, el terror que te sobreviene al pensar (ya otra vez el que tú eres) que un día se hará un libro con tus artículos…»

En su nota introductoria a la selección de artículos periodísticos de Baquero que ha preparado para Ediciones Unión, Carlos Espinosa se ocupa de estas palabras proféticas. Piñera tal vez no tenía claro qué cosa es un seudópodo, pero el libro al que alude, el libro que ve alzándose entre la mente en blanco y la máquina de escribir, quién dice que no puede ser este volumen publicado el año pasado en la Isla con el título de Paginario disperso.

Allí Espinosa apunta, cordial: «Admito mi incapacidad para opinar sobre las columnas de Baquero en Información (la colección de ese diario existente en Cuba está en un estado tal de deterioro, que consultarla resulta prácticamente imposible). No puedo, pues, aprobar o impugnar el juicio de Piñera. Sí conozco parte de los trabajos que publicó Baquero en El Mundo, así como su labor en el Diario de la Marina. Quien revise esos textos podrá señalarles otros aspectos, pero no el que en ellos su autor no pusiese nada de su pensamiento. De hecho, si algo lo caracterizó es haber expuesto con claridad meridiana su manera de pensar, sus ideas, sus puntos de vista».

No hay ironía en estas aseveraciones: hay respeto por la verdad objetiva. Virgilio está diciendo lo que parece que está diciendo. Carlos Espinosa localiza el tema del falso antagonismo entre la práctica del periodismo y la creación literaria, el prejuicio sobre la pérdida del rigor intelectual en un medio masivo de prensa; da por zanjado el asunto y no considera necesario referirse a una misiva posterior, que en ese sentido es más de lo mismo, pero a niveles más tremebundos. Fechada seis meses después, en esta segunda carta Piñera retoma el motivo funerario de la primera y comienza con ímpetu retórico: «Gastón: ¿Cómo escribir a un personaje muerto? ¿Cómo moverle? ¿Cómo interrogarlo?».

A pesar de lo que su título sugiere, este Paginario disperso amortigua bien la dispersión. El libro reúne unos 70 artículos: todos de tema artístico-literario, todos fechados antes de la partida de Baquero al exilio, y casi todos procedentes del Diario de la Marina, el periódico al que entregó más de 1.000 colaboraciones y del que llegó a ser el editor jefe. Si como periodista fue, según él mismo diría más adelante, «esa cosa nauseabunda que llaman un triunfador«, Paginario disperso da fe de tal triunfo desde el mismo inicio: el volumen abre con el panegírico «Enrique José Varona», que obtuvo el premio Justo de Lara en 1944. Y es precisamente a raíz de este premio que Piñera se sienta a escribirle al muerto de Baquero. Otra vez.

(Porque no es solo enfadarte, además coges papel y lápiz, te pones a redactar, luego buscas un sobre, el sello, etc. Haces correspondencia.)

«Ha sido necesario que descendieses hasta Varona», le dice, «para ser comprendido y estimado. Se comienza a tener perros de lujo».

Descender hasta Varona. («Quien esto escribe le vio en el año de su muerte», leemos en el texto galardonado. «Ya no era más que una gota de nieve que se deshacía bajo nuestro implacable sol.») ¿Y quiénes serían, para Virgilio, los amos, los domesticadores de perros? Está bastante claro:

«El momento cubano es terrible en todos los órdenes. Cada día la conspiración contra la inteligencia gana nuevas posiciones; cada día sus conspiradores ganan un neófito más. El ganador de hoy eres tú. El de ayer fue Justo Rodríguez Santos. ¿A quién le tocará mañana? Y recuerda que esta gente no concede nada gratuitamente; que tampoco se es ganador de un Justo de Lara, o de cualquier sucedáneo, impunemente. No quiero decir que hayas tenido que pactar para que te lo confiriesen: ningún periodista de Cuba te podría ganar, como se dice en buena lid ese galardón. Sino que tu entrada al mundo de las concesiones, de los paños calientes, de las aguas mansas, te hizo criatura amorosa de toda esa ralea intelectual.»

Aquí tal vez sería justo poner algo de contexto: aquel «momento cubano» (¿y cuándo no ha sido terrible, en todos los órdenes, el «momento cubano»?). Pensar en Espuela de Plata y Clavileño, las que no por gusto Piñera mencionará en su carta. (¿No podemos estar en revistas fancy y al mismo tiempo marcar tarjeta en los periódicos?, hubieran podido ripostarle, con razón.) Acaso también recordar los derroteros y las militancias de ambos escritores en los años siguientes (creo que ya Baquero había escrito este verso indestructible: «Yo no sé escribir y soy un inocente», para mí uno de los más memorables de toda la literatura cubana).

Todo eso. Pero yo me quedo con el tono levemente paranoico. Con la lógica de fondo, que es la de la célula y el complot. La conspiración contra la conspiración.

La segunda epístola también visualiza una escena, solo que ya no ante la máquina de escribir, sino mucho más allá, en provincias incluso: «Hoy ya eres el periodista Gastón Baquero, Premio Justo de Lara, que asiste a banquetes martianos en Pinar del Río para hacer el panegírico de Mañach; que forma en la ronda de la mascarada martiana para aplaudir la idea de una que se dice escritora mexicana. Y así por ese camino».

Martí como máscara zombi, amorosa y disciplinaria; Martí ralea intelectual. («Precoz, juvenil siempre, niño por dentro» —se lee en uno de los artículos de Paginario disperso— «Martí es un espejo de lo cubano, mariposa en la apariencia y cauto majá en la sustancia.») Piñera, por su parte, es profundamente martiano al dirigirse a Baquero: su carta recuerda a aquel estudiante, o monstruo adolescente, que le pregunta por escrito a un compañero de clases si sueña con la gloria de los apóstatas y si sabe la forma en que se castigaba en la antigüedad la apostasía. El mismo género retórico, similar rapidez para sentenciar a muerte. Soplan aires de guerra.

El enemigo, la perspectiva bélica. Estamos nosotros y están ellos y no hay neutrales: hay traidores. Pero el otro bando no es el periodismo; no es tan simple como eso. Tampoco se trata del dime con quién andas. Lo que recrimina Piñera es la pérdida de cierto sentido estratégico, de pensamiento posicional, que no es exactamente el pensamiento que se vuelca sobre la página, al interior un texto determinado, sino que tiene que ver más bien con lo que se proyecta hacia un afuera, una intemperie: un campo de batalla secreto.

El abandono, en definitiva, de algo así como un plan maestro. Y en consecuencia, una especie de muerte en vida: «Sí, Gastón, cada hombre tiene la vida que quiere, y tú has escogido la vida que te llamaba. Será toda una vida muy recta, muy ciudadana, llena de cívicas virtudes, amado de tu pueblo, honrado por tus iguales, pero en todo diferente a aquella vida llena de destierro, silencio y astucia, con que Joyce se fortificaba».

(Hay momentos en que Virgilio se nos hace especialmente entrañable. Como un niño pequeño que cree que ha hecho algo bien y nos mira con orgullo, y nosotros lo miramos, orgullosos también, y sentimos ganas de abrazarlo, un poco para felicitarlo y apoyarlo y otro poco para confortarlo y transmitirle aliento de cara a un futuro que él desconoce. Esta irrupción del lema joyceano en la correspondencia es uno de esos momentos.)

La vida literaria de Gastón Baquero, parte de ella, la que lo llamó o la que escogió, da igual, se extiende hasta estas páginas de hoy, se prolonga en este Paginario disperso. Carlos Espinosa recuerda en su nota recopilaciones anteriores como Darío, Cernuda y otros temas poéticos (Editora Nacional, Madrid, 1969), donde Baquero apuntaba: «Un libro es una pequeña batalla contra el olvido». Importa que las pequeñas batallas continúen. En uno de los últimos artículos de la selección, escrito 70 años atrás, leemos: «Comenzamos a tener conciencia de que la vida se nos va y no hacemos nada. Cada año es más oscuro, más pobre en obra, más cerrado sobre sí mismo. Hay que salir a otro aire, hay que comer otro alimento, hay que vivir otra vida. Esto es lo que según indicios empezamos a comprender».


Gastón Baquero, Paginario disperso (Unión, La Habana, 2014).