Carteles, carteles y más carteles. Consignas y altavoces, intensidad de enardecedores profesionales que deben mantener despierto al personal, mostrarle al mundo que aquí sí que no. De 25 minutos de pachanga combativa, apenas cinco muestran el desfile —hay que pasar de prisa frente a la tribuna, los alaridos pertenecen a la fase de calentamiento nocturno, lo importante ahora es irse a casa, recuperar el resto del día feriado—. Los tres, quizás dos últimos minutos, se concentran en el paisaje después de la batalla: banderitas de papel pisoteadas, pancartas abandonadas, un hombre que mira a la cámara de soslayo mientras trata de recuperar un pedazo de cartón. Para seguir leyendo…
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