Farabeuf, como indica el resto del título –o lacrónica de un instante–, anticipa una averiguación que excede –o limita– al género de la novela, género que por lo general se sustenta en la extensión y la variación. En Farabeuf, una foto, ya avanzada la novela, hace gravitar la escritura, los sentidos e interpretaciones posibles. Un hombre, atado a un poste, cuyos miembros han sido estirados según técnicas tradicionales –Leng T’che (Cien cortes)–, va siendo zajado por sus verdugos –las incisiones, aunque puedan parecer mortales, están perfectamente calculadas, como calculaban los inquisidores de Sevilla y otros predios el tiempo y orden de las torturas; mientras, jueces y público observan. Pekín, alrededor de 1900. Para seguir leyendo…
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