Pérez Firmat confirma lo apuntado ya por otros escritores y filósofos: «El daño a nuestro cuerpo promueve una claridad, la venganza de la mente por la humillación inflingida por la enfermedad y su tratamiento». Una vez recuperado, empieza a tratar de ser él de nuevo, a restablecer la conexión con la persona que había sido antes de la intervención. Pero ocurre que esa misma persona no es ya la misma, pues ahora viene con la marca indeleble de quien ha sufrido. Su visión de la vida y la dirección de sus ideas están determinadas por sus males físicos pasados. Le tocó conocer lo que Cioran denomina la apostasía de los órganos, la carne que se rebela, se emancipa y quiere dejar de servir. Para seguir leyendo…
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