Hace rato que los cubanos no somos un pueblo. Montoncitos de gente coagulados alrededor de un apellido 50% foráneo, que arrastramos hasta nuestro próximo matrimonio. Así y todo debiéramos mostrar misericordia a nuestros compatriotas en trance terminal. Esta gerontocracia primero guerrera y después chanchullera se merece un tin de solemnidad, además de nuestra inmediata amnesia. Estos viejitos exverdugos están sufriendo ahora la peor parte de sus protagonismos de patria: la tara tétrica de sobrevivir demasiado. Para seguir leyendo…
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