Miami, a pesar de su chatura, es la ciudad de los altibajos, una montaña rusa (o cubana, si existiera la idea de esa montaña) y, en sucesivos momentos, lo vi homeless, boyante, magnate y otra vez escachado. No sé por cuántas etapas pasaría, lo que sí sé es que en ninguna de ellas lo abandonó el sentido del humor, o el amor por la vida, la bebida, el cigarro y las mujeres. Para seguir leyendo…
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