El rescate de las letras de Lorenzo García Vega no debe ser tarea fácil. De ahí lo encomiable de la labor de Carlos A. Aguilera. El canon, ese sistema de jerarquización que ha sido abordado por autores como Harold Bloom, tiene un mecanismo peculiar dentro de la literatura cubana. Esto atiende, claro está, a cuestiones políticas y sociales de un país tan complejo. García Vega se coloca, por ende, dentro de un espacio que escapa lo sistemático. Su discurso se encuentra en lo que Reyes llamó la literatura “ancilar”, al margen de esas otras letras imperantes que, en muchas ocasiones, atienden lo hermético y se conducen con pragmatismo. Es así, que la irreverencia y el sarcasmo, tanto de García Vega como de Aguilera, se unen en un camino intrincado que trasciende la labor crítica y forma, de este modo, la verdadera no-poética que da título al libro. Para seguir leyendo…
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