La obra de Codesal —y Prova en particular— funciona como un ancla en la tormenta. Y por eso, al final, el éxtasis que tiene lugar en ella no es conclusión, sino excedente. Un residuo tóxico de lo que se ha puesto en juego. Ése es el momento en que su arte —delicado y espiritual— enseña las vísceras. Entonces, como aquel bosque suyo que respira, deja latir —en escala humana— la intuición y la angustia de lo que está por llegar. Para seguir leyendo…
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