El Gordo de la fotografía no está lejos de este clan. Pero ahora que me fijo mejor, y más allá de estereotipos, caigo en la cuenta de que podría tratarse de un negativo de Lezama. El negativo de todos, acaso. Porque si hay una genética del lenguaje –del lenguaje entendido como balbuceo- es la de este Gordo. Comienza a hablar, pero todavía. Me asombra esa sonrisa suya, donde lo cubano se entrevé, aunque eso sí, sin enigma alguno. Casi grado cero. O mejor, por debajo. Como la masa: inarmónica, feminoide y de una domesticidad rayana en la anormalidad. Para seguir leyendo…
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