Si puede entenderse a los artistas plásticos cubanos como cuentapropistas, la última Bienal de Artes Plásticas de La Habana dejó un buen ejemplo de esto que acabo de decir. El episodio se resume del siguiente modo: las mejoría de las relaciones diplomáticas llevaron a la Bienal a un gran número de galeristas y compradores estadounidenses. Viajaron también a La Habana muchos artistas cubanos residentes fuera del país. Y es que había que estar allí para vender, aunque solo fuera de visita. Lo que galeristas y compradores buscaban, sobre todo, era el rótulo «made in Cuba». Compraban genius loci. Una de esos artistas, Tania Bruguera, contravino las normas sagradas de la censura y fue detenida, no por hacer su obra, sino por haber anunciado que iba a hacer su obra. (Cuando el código penal contiene como figura jurídica lo predelictivo, el Estado puede adoptar los modos del arte conceptual.) Para seguir leyendo…
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