Quienes protestan hoy ante el racismo de una caricatura tienen tanta legitimidad como quienes lo hacen, domingo tras domingo, por los golpes que reciben opositoras negras, mestizas y blancas, en las calles cubanas. Porque el problema no es sólo una opresión que nos provoca más repulsa y escándalo que otra; sino cuando —estas y aquellas— sirven de plataforma a la selectividad calculada y silencio cómplice. La opción, creo, debería ser posicionarnos, parafraseando aquella obra de Unamuno, contra esto y aquello. Si vamos a repudiar cualquier forma de racismo —personal, social, estatal— lo único que pido es que tengamos simetría y coherencia en nuestras denuncias. Para seguir leyendo…
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