Si el verdadero contrapunteo del siglo XX cubano ha sido entre el azúcar y la revolución, este ha tocado a su fin. Un fin paradójico, donde no ha habido vencedor; ambos personajes, derrotados, se retiran juntos de la escena histórica. Ya no «hay un violento olor de azúcar en el aire»; no hay «sobre el verde/ rumor de los cañaverales/ (…) un temblor, un crispamiento/ una vibración impalpable…» (Acosta, La zafra). No cabe esperar huracán ni rayo sobre los campos. Los muertos del cañaveral nunca serán redimidos. Para seguir leyendo…
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