El otro día escuché una frase en la televisión cubana que me llamó la atención. Hablaban de la eliminación de las zonas de silencio y se referían a que los mecanismos de divulgación lleguen a los lugares más remotos; llamar a eso erradicar las zonas de silencio me parece un disparate pues convierte al silencio en un criminal. Es natural, o preferiría decir lógico, que ante la avalancha trepidante del progreso, el silencio parezca una franja despreciable, algo así como la mala yerba. Para seguir leyendo…
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