En estos tiempos post-utópicos, llama la atención la persistencia de medio centenar de micronaciones que se han plantado en el mundo, con bandera e idioma incluidos. Y cuando crecen tantos nacionalismos sin Estado, sorprenden estos micropaíses que pueden acreditar territorio y gobierno. Demarcaciones que no aluden a la Utopía (de Moro) ni a la Ciudad del Sol (de Campanella), pero que tampoco guardan demasiado correlato con Catalunya, Escocia o el Brexit, pongamos por caso. Pequeñas jurisdicciones con su historia y su cultura, aunque no demasiado patriotismo, en las que queda resuelta sin complejos la mezcla de realidad y ficción que trae aparejado cualquier ensamblaje nacional. Para seguir leyendo…
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