Miguel Sirgado: Juan Carlos Alom ‘entre los elementos’
Considerada por mucho tiempo como un poderoso medio para captar momentos y emociones, la fotografía ha evolucionado significativamente desde sus inicios hasta nuestros días, convirtiéndose en una forma de expresión artística única, capaz de desdibujar los límites entre la realidad y la imaginación.
El acto fotográfico, tanto en su dimensión técnica como artística, encierra una magia especial: la suficiencia de capturar y preservar imágenes a través de la interacción de la luz con un soporte sensible, ya sea físico o digital. Esta práctica no solo inmortaliza momentos efímeros, sino que también permite al fotógrafo explorar y reinterpretar realidad e historia desde una perspectiva única, creando obras que pueden trascender el simple registro visual para convertirse en expresiones profundas de la experiencia humana y la imaginación.
Cuba es un país que ha sido figurado a través del lente de titanes de la fotografía como Henry Cartier-Bresson, Burt Glinn, Raul Corrales, Alberto Korda, Constatino Arias, Mario García Joya, José Figueroa… y la lista es interminable.
De una generación más jóven que los antes mencionados es el fotógrafo y cineasta cubano, Juan Carlos Alom. Sus imágenes tienen la capacidad de mostrar un amplio espectro de “lo cubano” gracias a su ojo diestro, que se mueve en las aguas de la narrativa documental, paisajística y artística; y cuya narrativa toca un enorme abanico de costumbres y conflictos sociales en la Isla. Es en ese diapasón en el que se centra “Between the Elements” (Entre los elementos, en español) en el Patricia & Phillip Frost Art Museum FIU, la primera exposición individual de este artista en un museo.
“Esta es mi primera retrospectiva… Para la cantidad de obra que tengo acumulada por años, se trata de una oportunidad única de exponer en una institución como el Frost Museum. [Para mí] siempre es muy especial el acercamiento al público de Miami”, explica el artista de 59 años que actualmente reside junto a su familia en Nueva York.
Según el catálogo de la muestra, la obra de Alom —fotógrafo reconocido por el enfoque experimental de su trabajo— “crea obras que investigan las diversas comunidades e identidades que componen Cuba y su diáspora”.
De hecho, el texto especifica que las obras expuestas abarcan la carrera de Alom desde 1989 hasta la actualidad, incluyendo fotografías en blanco y negro, y en color, así como la película inédita “Natural Pools” (2024).
“Me considero autodidacta. Me formé como fotógrafo en la editorial donde trabajaba mi madre a finales de los años ochenta. Allí comencé como fotorreportero y documentalista siendo muy joven. Cursé estudios de Semiótica y Restauración de la Fotografía en la Fototeca de Cuba”, explica sobre sus inicios en el mundo de la imagen.
A primera vista, la obra de este artista parte de la intuición y las emociones que experimenta frente a sus sujetos. En la mayoría de sus imágenes, los rostros y cuerpos parecen revelar interesantes contradicciones, más allá de la mera superficie. Alom aborda sus objetivos con una mirada profunda y compasiva, que no por ello deja de ser crítica. Su fotografía es emocional e inquietante pero está claro que no pretende establecer un juicio sobre lo que está frente a su lente. Sus “cápsulas visuales” (por llamarlas de alguna manera) tienen mucho de romanticismo y afecto, y a veces incluso hasta de misticismo.
“Las imágenes están ahí, existen independientes a mi deseo de fotografiar”, dice Alom. “En un momento determinado me creo capaz de captarlas, como si coincidieran [en ellas] una serie de elementos o instantes”.
Está claro que en sus secuencias no hay un ordenamiento lineal y frío de la narrativa sino un afán por transmitir su pasión, en lo que aparenta ser un juego entre realidad, fantasía y la ambigüedad de ambas. Lo que vemos frente a nosotros es visceral: cada imagen es devuelta al espectador a través de unos ojos que miran al lente con tal intensidad que son capaces de evocar palabras, sonidos y hasta música.
“Mi cámara es el compás que me guía y agradezco eso. Las intersecciones de lo hermético y lo social son palpables en mi obra. Mi visión artística está impulsada por la precariedad, la espontaneidad y la necesidad de centrarme en diversos temas”, explica el artista.
Para quien observa esta muestra de Alom en el Frost queda claro que el artista se ha aventurado a documentar lo que sucede en el territorio de la memoria. La vida cotidiana es una constante que se revela en los pequeños detalles que componen esta fábula que Alom entrega y que el espectador debe completar.
“Me gusta mucho trabajar el ensayo visual, lo antropológico, el retrato, la naturaleza en toda su extensión. Más que temas aislados, estos temas conectan entre sí”, reafirma el fotógrafo. “Mi trabajo está muy permeado por mi biografía, por mi vida. Me ha llevado a los lugares más recónditos de Cuba, he convivido con mucha gente, todo lo que pasa a ser parte de mi vida o al revés”.
Los personajes de Alom, expuestos aquí en su teatralidad o en su sexualidad, mezclan lo imaginario con lo fantástico. El fotógrafo cubano es un observador atento de las cosas simples que transcurren en la fugacidad de un momento, es un antropólogo hurgando en la velocidad en que los recuerdos adquieren su permanencia. “Respecto a la memoria, [creo que] el fotógrafo se obsesiona con traer lo intangible a la imagen impresa”.
De los artistas que lo inspiran y que de alguna manera han influido en su visión y su carrera, Alom señala (entre ellos) a algunos de sus compatriotas. “Me inspira el trabajo de María Eugenia Haya (Marucha), mi maestra. También la obra de artistas como Eugene Smith, Graciela Iturbide, Pierre Verger Fatumbi, Robert Capa, la cinematografía de Akira Kurosawa, Nicolás Guillén Landrián y de Andréi Tarkovski”.
Publicación fuente ‘Artburst’
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