Lezama era ya símbolo de la cubanidad, autor que se empeñó en leer la poesía cubana con un sentido insular, telúrico, dándole un curso histórico y orgánico; además de ello, estaba casado, era discreto y eso podía disimular lo demás. Pero Piñera no tenía salvación, no había por dónde enfocarlo: cuestionaba la cubanidad, entendía lo nacional como un constructo, era un homosexual declarado y afeminado, por lo que había que esconderlo, sí, que traduzca, pero que no aparezca como traductor de la obra. Para seguir leyendo…
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