El mensaje estaba claro: Cuba no bailaría, sino era al ritmo del sacrificio, que en posteriores palabras de Fidel Castro, era lo único que la Revolución tendría para ofrecer al pueblo. La caída de Batista no se celebraría con bailables populares, sino con la sangre, el sudor y las lágrimas del holocausto voluntario a la construcción del paradigma social primero verde y luego rojo, e irremisiblemente zurdo. Para seguir leyendo…
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