Roberto Madrigal: Eliseo / Memoria y recuento
En un rincón del alma es el filme de “no ficción” realizado por el cineasta Jorge Dalton a partir de la grabación de una conversación con el escritor Eliseo Alberto, el primero de enero de 2010, en su exilio mexicano. Me resisto a clasificar el filme de documental y digo que es “no ficción” porque Dalton ha escogido un estilo muy peculiar para desarrollar este filme. Por lo general, los documentales tratan de “documentar” lo que enfocan. Es por eso que, por lo general, no me gustan, porque tienen una agenda muy específica y las pruebas que aportan no son más que elementos cuidadosamente seleccionados para probar sus puntos. El sesgo es a veces obvio, otras no tanto, pero siempre está ahí.
En su filme, Dalton no ha tomado ese camino. Se limita a grabar la conversación con su amigo escritor y entonces intercala imágenes que ilustran y subrayan lo que este va diciendo, sin redundar, sin caer en excesos explicativos. Deja que la conversación fluya y que se mezclen armónicamente con las imágenes. Mezcla imágenes de archivo, con las de una cena y unos amigos que esperan. Hay evocación, pero no hay nostalgia. Logra lo que pocos documentalistas alcanzan, una obra de puro cine. Todas las obras de arte tienen una agenda. En la ficción se nota menos porque la imaginación tiene que abrirse y se convierte en una entidad en sí misma. En el documental es más obvio, porque hay una teleología establecida de antemano y el desarrollo argumental tiene que ajustase al objetivo final. Es como una obra de tesis. En el caso de En un rincón del alma se le permite a cada espectador interpretar la posible agenda.
El filme hace una indagación sobre la relación entre los intelectuales y la Revolución Cubana. No se limita a ello, pero es su médula espinal. Eliseo Alberto hace memoria y recuento principalmente del destino final de la generación de Orígenes a manos de un régimen que estaba interesado en borrar el pasado cultural de la nación y establecer su propia historia, derecho que se arrogaban por ser los victoriosos de la contienda. Eliseo parte de una posición privilegiada, fue hijo de Eliseo Diego, uno de los más importantes poetas que ha dado Cuba y miembro de esa generación. Fue también sobrino de dos destacados poetas del mismo grupo, Cintio Vitier y Fina García Marruz. En su casa se reunían todos los miembros, que giraban alrededor de la presencia de José Lezama Lima, su centro gravitacional, uno de los escritores más importantes de la literatura de habla hispana en el siglo veinte, a pesar de ser, probablemente, uno de los menos leídos y aún menos comprendidos.
Eliseo, a su vez, es escritor por mérito propio y fue un joven que creció durante los “años de la gesta”, que se desarrolló como periodista de los órganos oficiales del Gobierno y que finalmente se desencantó con el proceso supuestamente revolucionario, por el cual a su vez, fue manipulado política y humanamente. Es un testigo en el sentido bíblico de la palabra.
La generación de escritores reunidos alrededor de la revista Orígenes, es posiblemente el grupo de escritores más importantes del siglo veinte en Cuba. Entre sus “miembros” se encuentran José Lezama Lima, Eliseo Diego, Gastón Baquero, Angel Gaztelu, Lorenzo García Vega, Octavio Smith, Cintio Vitier y, discutiblemente, Virgilio Piñera. Además, ejerció una influencia definitiva en la escritura de la generación posterior que se aglutinó alrededor de la publicación Lunes de Revolución, clave para entender el desarrollo de la cultura cubana y entre quienes se encontraban Guillermo Cabrera Infante, Heberto Padilla. Antón Arrufat y Pablo Armando Fernández, entre otros. Entender a un grupo ayuda a entender al otro y a los inicios totalitarios del castrismo, a su semilla represiva.
En honor a la transparencia, debo decir que conocí a Eliseo Alberto cuando ambos estábamos en la universidad. Nuestra relación fue breve y superficial, no tuve nunca una idea clara de su personalidad y no sentí que teníamos mucho en común. Tampoco soy fanático de su muy premiada obra literaria. Al principio temí que este fuera un filme sobre la amistad, un canto de alabanza al escritor exiliado, muerto relativamente temprano y una descarga de la izquierda plañidera por su paraíso perdido. Sin embargo, para mi sorpresa, me encontré a un hombre extremadamente lúcido, desarrollando un análisis muy personal y a la vez muy universal de un proceso muy complejo, diciendo lo necesario pero de forma contundente. Me sorprendí también de cuánto teníamos en común respecto a nuestra visión del proceso, no sé si cambió él o cambié yo, o no lo hicimos ninguno de los dos y fue una conclusión paralela. En el filme Eliseo es, además, un hombre que habla para decirlo todo sin escamoteos. Es un hombre enfermo que sabe que no tiene ya nada que perder ni mucho que ganar mas allá de quedar bien con su conciencia. Se nota visiblemente enfermo, de una enfermedad renal de la cual moriría el 31 de julio de 2011.
Dalton, quien fue amigo cercano de Eliseo, ha logrado un filme muy emotivo sin explotar el sentimentalismo. Desarrolla las tonalidades emocionales con una refinada sutileza. Ya lo había logrado en su documental Herido de sombras, sobre un defenestrado grupo musical cubano de los sesenta, Los Zafiros, que era una versión cubana de los Platters. Es un cineasta cuidadoso que maneja muy bien la técnica narrativa que utiliza. Las suyas son historias para ser contadas por los protagonistas, no exagera, no añade, no substrae, se limita a subrayar con imágenes, para hacer cine de lo puramente literario. Nunca se rebaja condescendientemente a dar explicaciones simplistas al espectador más obtuso. Respeta al público. A veces uno teme que haya demasiada relación de nombres que pueda perder a quienes no sean cubanos, pero no, como toda buena obra de arte, hay varios niveles de lectura y por supuesto, mientras más informado el observador, más entiende, pero eso no disminuye el nivel de comprensión del menos informado
Dalton es de origen salvadoreño y vivió en Cuba una parte importante de su infancia y su adolescencia. Su padre, Roque Dalton, fue uno de los poetas latinoamericanos más importantes del siglo pasado. Participó activamente en el movimiento guerrillero centroamericano y en 1975 fue asesinado por las propias guerrillas, falsamente acusado de complicidad con la CIA. Jorge, quien ahora vive en El Salvador, es un hombre marcado por el proceso revolucionario cubano, pero tiene la altura artística de no dejarse arrastrar por odios y prejuicios en su obra.
Publicación fuente ‘Cubaencuentro’
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