Dennys Matos: La pintura de Julio Larraz / ‘Nada de lo que vemos hoy es interesante mañana’
Estar en el estudio de Julio Larraz es como adentrarse en una dimensión temporal distinta, en un ecosistema que tiene su propia velocidad. El jardín, de floresta colorida y exuberante, rodea una pequeña isleta en cuyo centro asoma un cañón, como de Galeón español del siglo XVI, tan poderoso y viejo como el tiempo. Viejo es también el teléfono en forma de escultura que, posado en el jardín, invita llamar a las plantas. En el estudio hay barcos, libros, pinturas, locomotoras, “armas”, y otros objetos imposibles de enumerar y muchos recuerdos.
Conversamos frente a un cuadro aún por terminar, reflejado al frente en un gran espejo. Mientras repasábamos esa pintura, escuchaba de fondo los Nocturnos de Chopin. Y al mismo tiempo que el piano subía o bajabas las notas, otras distintas se esparcían por el puntal alto del estudio. Unas notas también dulces, pero más desafinadas. Era una “orquesta de Periquitos” que, dentro de una gran jaula a la derecha del cuadro que mirábamos, se iban inspirando cada vez más. Llegó un momento en que solo los escuchábamos a ellos. Entonces Larraz lanzó una voz firme y cortante y se callaron al instante.
“Salí de Cuba en 1961, con apenas 16 años -comenta Larraz mostrando una foto-, mi padre había sido hasta entonces simpatizante revolucionario, porque le parecía que debía haber un cambio político en Cuba. Pero un día llegó y dijo – tenemos que irnos. Así fue y nunca más regresamos”. Vino entonces un dilatado exilio en Estados Unidos que dura hasta hoy. Por el camino, una larga estancia en el Nueva York entre los años 1960-70. Entre tanto, su fama como audaz caricaturistas fue creciendo y sus trabajos publicados por importantes medios como The New York Times, The Washington Post, Chicago Tribune y la revista Vogue.
En 1967 salta de lleno al mundo de la pintura que siempre había deseado, mientras estrecha relación con el artista Burt Silverman, con quien estudia técnicas pictóricas. Visita Miami en 1987, ya había residido en la ciudad, en 1961, como también en Washington DC, entre 1962 y 1964 y, desde este año, en N.Y. “Me levanté una mañana y dije no vuelvo a Nueva York”, comenta Larraz con discreta sonrisa. Toda su vida estaba allí, la casa, el estudio, los amigos pero…. “estaba cansado del ambiente artístico de la ciudad. Porque en ese tiempo, -enfatiza con el índice- cuando entrabas a las galerías de Chelsea exhibían cosas que colgaban del techo y otras en el suelo, cosas colgando y cosas en el suelo. Todas las galerías exhibían eso y poco más”. Así que plantó su vida en Miami “el pueblo de campo más grande del mundo” donde, además de apreciarse su arte, también el cuerpo agradecía este clima. Y en estas más de cinco décadas de exilio su obra, de una vigorosa y original poética neo figurativa, se ha expuesto y ha sido galardonada ampliamente en Francia, Italia, (países en los que ha residido), en Asia, América Latina y, con particular intensidad, en Estados Unidos.
Julio Larraz, es el título de la muestra que podrá verse como proyecto especial durante Art Miami, 2018. Un proyecto especial, fruto de la colaboración entre Galería de Arte Ascaso Caracas, y Ascaso Gallery Miami, formada por siete pinturas de mediano formato y una escultura. Muchas de estas obras, realizadas en 2018, serán exhibidas por primera vez con motivo de este proyecto especial. En ellas se puede experimentar, sobre todo en sus pinturas, algunas de las temáticas más característica en la obra de Larraz. De un lado, la casa como lugar de lo privado y de la intimidad («Dreaming of Petrarca», 2015), el paisaje y los ambientes marinos («Contraband», 2018). Del otro, una sátira, no exenta de humor, sobre las poses e iconografías del poder («Forest Murmors», 2015), pero también se incluyen visiones extraídas de un mundo surreal y misterioso («Au Revoir», 2016).
La pintura de Larraz destila imágenes que alumbran emociones, estados anímicos, pensamientos e ideas que van sucediéndose en la mente como ‘flashasos’. Obras que encarnan el entrecruzamiento imaginario, en clave poética neo figurativa, de episodios extraídos de la literatura, del arte, y de la historia antigua, clásica y moderna. Superposición de fuentes entretejidas por los archivos de la biografía personal. “Mi padre tenía una inmensa biblioteca en La Habana -comenta Larraz meditativo- con muchos libros de arte, filosofía, historia y, por supuesto, mucha literatura. En el Instituto de Segunda Enseñanza -me dice afirmando con la cabeza- nos ponían a leer La Ilíada, La odisea y La Eneida y, en casa, pasaba horas viendo libros de pinturas de los maestros barrocos, realistas e impresionistas”. Pero también recuerda nítidamente las tardes en la casa familiar de Miramar, en La Habana. “El patio daba al mar y tenía una vista maravillosa, indescriptible, el cielo, las nubes, el horizonte, nunca olvido esa luz -dice con la vista colgada en el aire- me ha acompañado toda la vida”. Rememora también sus estancias en Nueva York y Nuevo México, en Francia e Italia. Las rememora como vidas pegadas al cuerpo con las que su mente parece tener una permanente necesidad de expresión. “Me inspira recordar esos tiempos -comenta con movimiento de brazo que abarca el estudio- y verlos en transparencia con los que estoy viviendo”. ¿Y como ves -le pregunto- los tiempo de ahora? “Vivimos tiempo tremendamente inestables, nada de lo que vemos hoy es interesante mañana”.
Publicación fuente ‘El Nuevo Herald’, 2018
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