La República que Fidel quiso borrar de la memoria de los cubanos había ido recuperando su reputación hasta el punto de llegar a parecer, en contraste con las ruinas de la Revolución, una Edad de Oro. Fidel quizás no lo vio desde su lecho de muerte, pero la República, su simbología, su gramática, había reaparecido por todas partes, se había escapado de los reductos en los que había a duras penas sobrevivido durante décadas, la Discoteca del Ayer de Radio Progreso, el Museo de Bellas Artes, el reconcomio de los viejos. A medida que Fidel y su revolución se desvanecían, la memoria de la República se volvía más vívida y atractiva, aunque, contradictoriamente, quedaran cada vez menos cubanos que se hubieran asomado alguna vez a las vidrieras de San Rafael, Galiano y Neptuno antes de que se quedaran vacías… Para seguir leyendo…
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