Bolaño nos demuestra en A la intemperie que pensar es lo más natural del mundo. Sin saberlo, a veces sin quererlo, vivimos rumiando, como las vacas rumian pasto, ideas. O ni siquiera ideas: nombres de mujeres, cosas que hacer y no hacer, peligros que evitar, pedazos de canciones. Nuestros gestos más íntimos y más rutinarios vienen acompañados de comentarios, de advertencias, reflejos. Para seguir leyendo…
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