Reina María Rodríguez: Yield

Autores | 9 de octubre de 2019

Al hombre del desierto, Georges Didi-Huberman lo llama “un geómetra del lugar”. El primero es un artista que, al caminar, derrite el hielo bajo sus botas, prometiendo llegar para salvar a alguien. Ambos crean una ley –como Moisés andando, creó la suya–. El trozo de madera arrojado al mar que volvió el agua dulce contiene una esperanza: la de hallar al ausente. El hombre del desierto llega ante un altar y lo besa. El hombre del bosque llega y la besa a ella. Los dos han perseguido: “un lugar portador de evidencia; […] el lugar mismo donde ver un lugar”, como lo llamara Didi-Huberman en El hombre que andaba en el color. Para él, ese lugar está donde el pintor californiano James Turrell, cuando expone en París, en 1989, su pieza Blood Lust, porque, según Fédida, “la ausencia es tal vez, la obra de arte”. Para seguir leyendo…