La causa del progresismo asusta a los conservadores hoy y está distorsionada y manipulada por políticos populistas. Apostar por el progresismo democrático es reconocer la importancia idéntica de los derechos y políticas que promueven, individual y colectivamente, la igualdad y la libertad, contra un despotismo estatal y privado. Los liberales y los socialistas democráticos se unen en eso. En América Latina podemos renunciar, al unísono, al consenso de Washington y al Foro de Sao Paulo. Porque el primero sostiene la expansión de los derechos, hija de las transiciones democráticas, a la lógica de la acumulación neoliberal. Y el segundo justifica, bajo el mantra del antiimperialismo criollo, las políticas antidemocráticas del régimen y modelo cubano, así como sus cachorros continentales. Para seguir leyendo…
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