La sociedad cubana necesita potenciar una circulación de ideas — desprejuiciada y ajena a maniqueísmos— que rompa con la espiral de silencio que ha practicado una intelectualidad autocensurada e impedida de cuestionarse, sin disimulos y simulaciones, su devenir, su espacio y su razón de existir. Necesita, además, generar zonas de reunión y reconciliación con las articulaciones discursivas que alimenta la diáspora, sin el escepticismo que inocula el sistema para mantener su fragmentación. Para seguir leyendo…
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