No me interesa entender ciertos rechazos con ídolos icónicos que también me pertenecen, forman parte de mi vida creativa. Si un pintor vive en la iglesia pintará mucho a Jesús: naciendo, predicando, sanando, cargando la cruz, descendiendo de ella y así… Yo dibujo a Martí, a Maceo, al Ché, a Fidel, etc… porque me los metieron hasta la médula. Es una especie de sanación “diversionista” y/o venganza ideológica. Además, fueron de carne y hueso, con sus defectos y virtudes, son íconos exquisitamente caricaturizables que, desde sus respectivos momentos históricos, me sirven para entender y representar la Cuba de hoy. Para seguir leyendo…
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