Perla Rozencvaig: Interviú a Reinaldo Arenas / Qué mundo tuvo que vivir

Archivo | Autores | 17 de noviembre de 2019

La entrevista que ahora publicamos la concedió Reinaldo Arenas, pese a su precaria salud, pocos días antes de su muerte. Él sabía que aparecería póstumamente.

Lo radicalmente opuesto a los comunistas de lujo (como Carpentier o García Márquez, “gente a veces brillante que trafica elegantemente con la carroña, pero a distancia”) fueron aquellos que como pudieron salieron por el puerto de Mariel, Reinaldo Arenas entre ellos. Ángel Rama y Emmanuel Carballo, ambos clandestinamente, habían sacado de Cuba en los años sesenta sus primeros manuscritos: Rama publicó en Uruguay Con los ojos cerrados y Carballo en México El mundo alucinante. Sólo pudo ver Reinaldo Arenas publicada en la isla Celestino antes del alba. En Nueva York, donde se instaló, escribió media docena de libros, innumerables artículos políticos, poemas y breves piezas para teatro. Reinaldo Arenas murió hace un año en el exilio. Se ha dicho que a diferencia de lo que ocurrió en la Unión Soviética y en la Europa secuestrada, en Cuba no se ha dado la disidencia heroica. Reinaldo Arenas desmiente ese equívoco. En sus artículo políticos y sus manifiestos anticastristas (reunidos en Necesidad de libertad, Editorial Kosmos, 1986), pero principalmente en sus novelas y cuentos optó siempre por una libertad espontánea y vital. En Cuba lo encerraron por ejercer su libertad sexual, le robaron cuantas veces pudieron sus manuscritos, lo obligaron, por acoso, a salir por Mariel. Salió de Cuba pero se quedó en Cuba, padeció en Nueva York la fiebre del exilio, la obsesión de recobrar, por la escritura, lo perdido. Huyó del infierno cubano para caer en otro infierno (“El infierno es esa sensación de no poder hacer nada. El estancamiento…”, le dijo a Nedda G. de Anhalt en una entrevista recogida en Rojo y naranja sobre rojo.

La entrevista que ahora publicamos la concedió Reinaldo Arenas, pese a su precaria salud, pocos días antes de su muerte. Él sabía que aparecería póstumamente. Hacemos votos por poder ver muy pronto el retorno a su país de más de un millón de exiliados cubanos, pues parece que el invierno del patriarca está llegando a su fin.

Perla Rozencvaig (PR): Reinaldo, hace diez años habías llegado de Cuba. Se te consideraba ya entonces una de las voces más interesantes de la nueva narrativa hispanoamericana por tus cuentos y novelas escritas en los 60 y 70. A esa producción hay que añadirle ahora varias novelas escritas o reescritas en Nueva York, un número impresionante de artículos de contenido político, obras de teatro, tu libro de poemas Libertad de vivir manifestándose y acaba de publicarse Viaje a La Habana ¿Qué ha significado para ti vivir en Nueva York?

Reinaldo Arenas (RA): En Nueva York he podido casi terminar un ciclo narrativo que desde que tenía 18 años en Cuba soñaba con realizar. Sabía que allí era muy difícil debido a la censura, que no sólo impedía que se publicase la obra, sino que hacía casi imposible encontrar un lugar donde guardar el manuscrito; y a la falta de estímulo para trabajar en esas circunstancias. Cuando salí de Cuba sólo había publicado tres libros, El palacio de las blanquísimas mofetas, cuya publicación coincidió con mi salida del país, Celestino antes del alba, el único publicado en Cuba y El mundo alucinante que se publicó en México.

PR: También tu volumen de cuentos Con los ojos cerrados había sido publicado en Uruguay.

RA: Tienes razón y vale recordar que aquí escribí otro cuento, Termina el desfile que sirve de título a la reedición de ese libro. Pero volviendo a tu pregunta inicial, te diría que aquí he realizado lo que podríamos llamar, cayendo quizás en la cursilería, mi principal afán literario: terminar un ciclo de cinco novelas que abarca la realidad cubana desde una época anterior a la revolución hasta el final del castrismo, ya en un mundo verdaderamente alucinante donde la represión y la lucha por la libertad se entrelazan.

PR: En El color del verano hay varios personajes importantes, pero ¿dirías tú que la Tétrica Mofeta, ese escritor que se oculta detrás de distintas máscaras, es el que mejor sirve de enlace entre esta novela y las anteriores?

RA: Hasta cierto punto sí porque la Tétrica Mofeta es un personaje que se transforma o se prolonga en varios personajes. La Tétrica Mofeta es un homosexual que vive en Cuba y es víctima de todo tipo de persecuciones; no obstante, intenta escribir una novela que el gobierno confisca para destruir. Este personaje tiene un doble en Estados Unidos, Gabriel, un campesino que acaba de regresar de un viaje a la Habana, donde se quedó su madre. La Tétrica Mofeta se transforma también en un personaje que escribe incesantemente cartas a Cuba. Esos tres personajes al final de la novela se vuelven uno solo.

PR: ¿Te parece válido establecer relaciones entre El color del verano y la Sodoma y Gomorra de Proust?

RA: Sí, salvando las distancias entre Proust y yo, ya que él fue un gran escritor y yo soy un ser casi desconocido. Creo que es válido en el sentido de que Proust quiere darnos la visión de un universo a través de un personaje que no llega a decir su verdad autobiográfica. Proust no se presenta en la novela como un personaje homosexual, sino como un conquistador de mujeres, el mundo de Sodoma se lo reserva a otros personajes. El error de alguna gente es pensar que en Sodoma y Gomorra el personaje de Proust es homosexual. El autor lo sería, pero no el personaje. Yo, por el contrario, siempre he sido muy irreverente, y hasta la última hora lo seré.

PR: Háblame un poco de tu participación en el documental titulado Havana.

RA: Bueno, estaba yo en París para la presentación de La Loma del Ángel en su versión francesa, cuando me encontré con la cineasta checoslovaca Jana Boková, exiliada desde hacía 20 años, quien me dijo que iba a ir a Cuba a hacer una película.

PR: La película se concentra en mostrar la tremenda pobreza en la que viven los que supuestamente se han beneficiado con la revolución.

RA: Yo les dije a dónde debían ir. Quería que no se dejaran engañar y que vieran los solares, que hablaran con algunos cubanos, sobre todo de raza negra, para que ellos mismos les mostraran sus condiciones de vida. Así lo hicieron y utilizaron material literario, fragmentos de mis cuentos y de la obra de autores cubanos.

PR: ¿Al escribir te diriges conscientemente a un tipo de lector en especial?

RA: Primeramente me dirijo a un solo lector, que soy yo mismo. Leo los textos y si no me gustan los rompo. Ese lector, yo mismo, luego se desdobla en otro y así sucesivamente hasta adquirir un carácter infinito. Toda obra es un acto de complicidad entre uno y el lector. Los lectores asimilan lo que pueden o quieren; por lo tanto el libro es un objeto cambiante. Es lo interesante, lo que hace que una obra de arte sea inagotable. Cada lector inventa su propia novela. Uno le da una serie de símbolos, señales, penas, esperanzas y terrores que después organiza según su sensibilidad.

PR: De cada uno de tus personajes yo guardo un recuerdo muy especial, pero de todos tus personajes tú resultas ser el más increíble.

RA: Gracias. Ese personaje lo he dejado en mis libros, que son el sentido de mi vida. Me siento muy feliz de haber podido terminar, o casi terminar, porque uno nunca termina, ni siquiera con la muerte, el ciclo literario que había trazado. Tal vez un probable lector de mi obra diga: Cuánto sufrió esta gente. Qué mundo tuvieron que vivir. Cuánta piedad sentimos por ellos.

Tomado de La Razón de México