Damien Hirst actúa como un intermediario de sí mismo. No asume el impulso vital que le pudiera otorgar legitimidad a la supuesta veracidad de sus mentiras. Éste gestor de ventas y su Big Factory, tan cotizado como vapuleado por la crítica, marca un distanciamiento efectista imposible de compararse a la espectacularidad visceral de Marina Abramovic, Orlan, Stelarc. D.H disfruta que un Premio Nobel de Literatura como Mario Vargas Llosa escriba sobre él, aunque poco le importe su opinión. Para seguir leyendo…
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