Siempre yendo y viniendo en el tiempo y en la historia, echando mano a los puntos de encuentros que parecen inamovibles a pesar de las diferencias lingüísticas o culturales, Lavastida reflexionó sobre el accionar de esa lengua común que emplea el poder en el totalitarismo, sea chino, soviético o cubano, en su propósito de ideologizar, adoctrinar, normalizar y penalizar la conducta de los individuos en la sociedad. Un lenguaje que, insistía el artista, se despliega en la imaginería de la propaganda política, en la retórica de las leyes y los decretos, en el vocabulario de las citaciones y los interrogatorios policiales, y que se emite unívocamente desde las voces en el poder sin que la ciudadanía tenga posibilidades de cuestionar o replicar. Para seguir leyendo…
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