De mis series, hay una que aún no he expuesto y con la cual tengo un vínculo afectivo especial. Se titula Los Porteños: retratos para una anécdota, y agrupa un conjunto de retratos directos que hice en Buenos Aires entre 1998 y el 2000, a varias personas que conocí en la calle de forma muy casual, y con las que nunca más he tenido contacto. En esta serie, retraté ese tipo de gente que te cautiva por un motivo o por otro, personas que te resultan simpáticos de entrada, o auténticos, o entrañables. En esos años yo trabajaba en la revista Pugliese y siempre cargaba con mi cámara, así que después de una conversación –breve casi siempre–, yo les decía: “Espérame que te hago un retrato” y ellos posaban para la foto. Luego, con el mismo principio, salí a buscar más y más retratos y así se fue armando esta colección, se volvió un hábito. Esta serie es hermosa para mí pues cumplió una función, digamos, más terapéutica que estética o fotográfica. De hecho, es un material personal, realizado sin intenciones de publicar o exhibir. Para seguir leyendo…
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