Los dirigentes populistas viven y mueren convencidos de que el PIB, la deuda pública, la masa monetaria, el déficit del Estado y todos los demás indicadores de la salud económica de la nación no son más que tonterías burguesas, que no sirven para nada. Lo importante es asaltar el poder y conservarlo eternamente. La política, las fuerzas armadas y el control de la espontaneidad social reciben prioridad absoluta. Todos los demás aspectos de la vida quedan subordinados a esa voluntad de dominio vitalicio. La estrategia para lograrlo se reviste, por supuesto, de la palabrería y las consignas de moda: justicia social, antiimperialismo, liberación nacional, feminismo, ecologismo, democracia directa, etc. Para seguir leyendo…
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