Como si para sobrevivir hubiera que enloquecer, los personajes de El palmar de los locos transitan como apariciones de su isla convulsionada al exilio, se deslizan como fantasmas de una a otra época y, como Cagliostro, pueden estar en distintos lugares al mismo tiempo. Mientras pedalea su bicicleta por la costa del Mediterráneo, Elías Palma recuerda la fuga de la isla por Santa Cruz del Sur. De Cuba a Miami, de Miami a Madrid y finalmente, a Peñíscola. Desde la Carretera Central de Camagüey hasta los detalles más mínimos de la escultura del Papa Luna, el ojo crítico de Rafael Zequeira lo rescata todo: el arte, la filosofía, la historia, las ciudades, los árboles, los pájaros, los peces, las jineteras, las falsificaciones de obras de arte y los apagones, hasta conseguir que los vivos hablen con los muertos y los muertos hablen entre ellos. Para seguir leyendo…
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