El simple acto de salir de casa este pasado 10 de octubre, lo convirtió el estado cubano en un gesto de provocación digno de castigo. Si por manifestarse se entiende salir a un concierto en una casa privada, tocar la puerta de un amigo a riesgo de correr la misma suerte de seres queridos, colegas artistas, profesores, periodistas, poetas, sobre los que día tras día se agudizaba una estrategia represiva de vigilancia, amenazas, persecuciones, arrastres, secuestros, entonces supongo que sí, que salí a manifestarme. Para seguir leyendo…
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