Juliette Isabel Fernández Estrada: Así es un interrogatorio de la Seguridad del Estado cubano

DD.HH. | 2 de marzo de 2021

Juliette Isabel Fernández Estrada, esposa del periodista Boris González Arenas, publicó en su perfil de Facebook cómo es un interrogatorio de la Seguridad del Estado, una experiencia que decidió compartir a un año de una «cita» que tuvo con la policía política.

«Los aniversarios sirven para rememorar y para limpiar el espíritu. Mirándolo desde ahora, un año después, veo que no nos podemos callar ni una vejación, porque el silencio es una más de las losas que extienden el camino hacia futuros atropellos», sostuvo.

«La cita era en la mañana del 25 de febrero. Boris me acompañó a la Oficina de Migración, en la calle 17 del Vedado. Me esperaba el oficial Osvaldo, un joven que no llega a 30 años y ha sido el encargado de entrevistarse con mi madre otras veces», escribió.

«Osvaldo me guio por el pasillo lateral del edificio. Siempre preocupado por parecer cordial, lo primero que hizo fue preguntarme por mis hijos. Cómo les va en la escuela. Qué quiere estudiar mi hija cuando termine la secundaria», añadió Fernández Estrada. 

«En la que creo que es la oficina de la dirección la silla detrás del escritorio no estaba ocupada por la directora, sino por quien se identificó como el mayor Jorge. Osvaldo se sentó a su lado con una tablilla en la mano y apenas volvió a hablar. De vez en cuando tomaba notas, me dio la impresión de que lo hacía más como quien está estudiando que como quien guarda el registro de lo dicho», consideró.

«‘Conversación’ y ‘entrevista’ es como los oficiales de la Seguridad les llaman a estos encuentros. Por supuesto, en este caso, como en todos, no fue nada de eso; pero tampoco fue exactamente un interrogatorio. Fue un soliloquio que duró media hora. Yo respondí con el mínimo de palabras si acaso en dos ocasiones, cuando el mayor Jorge me hizo preguntas expresas. No me costó trabajo permanecer callada; quienes me conocen saben que hablar mucho, sobre todo con desconocidos, me resulta difícil y extenuante», dijo.

«El mayor Jorge habló todo el tiempo de Boris y de su familia, esta vez representada por mí. Que las familias de los opositores sufren acoso sistemático es algo que la Seguridad del Estado desmiente y evade toda culpa al respecto, más bien hacen parecer una manipulación de las víctimas. Sin embargo, presentan como opuestos los valores familia-política: yo fui citada porque ‘puedo ejercer alguna influencia sobre Boris’; ‘la paz familiar debería ser lo fundamental para él, por encima de su actividad política’. Cuando ellos mismos contraponen la tranquilidad y unión familiar a la disidencia activa, evidencian que en Cuba hay que elegir entre esas dos cosas», denunció. 

«En su discurso, la Seguridad del Estado mueve a conveniencia el foco de ‘lo que le preocupa’, según el momento y con quién hablen. Quizás ni se deba a una táctica y sea solo una elección azarosa para demostrar que poseen el control. A mí ese día me dijeron que lo que les preocupa es la actitud de Boris en las redes sociales y su participación pública en actividades, pero a mi madre le han dicho en otras ocasiones que Boris puede escribir lo que quiera, que lo preocupante es su actuación física. Oyéndolos, cualquiera podría percibir que los oficiales de la Seguridad no reprimen ni prohíben, que ‘lo único que les preocupa’ es algún pequeño detalle», reflexiona Fernández Estrada.

Para la esposa de González Arenas, «lo cierto es que infunden con efectividad la idea de que cuanto uno haga en su vida lo hace porque ellos lo permiten. Algo que les encanta es demostrar que dominan al dedillo la vida de los opositores, y se deleitan al insertar esas pequeñas alusiones a sus rutinas. ‘Sabemos que Boris va en bicicleta a visitar a su mamá’, ‘sabemos que tus hijos son buenos estudiantes, que participan en las actividades de la escuela’. Quedé con la certeza, no solo de que nuestra familia está vigilada, sino de que, en efecto, ellos pueden irrumpir en nuestra vida cotidiana de diversas maneras y por diferentes puertas».

«Durante aquella media hora, la insistencia en la nobleza de los motivos de los oficiales de la Seguridad del Estado no hizo más que traslucirme perversidad. ‘Lo que menos quisiéramos es que Boris fuera procesado por peligrosidad predelictiva’; ‘nos preocupan algunas publicaciones tuyas en las redes’; ‘hemos decidido citarte hoy sin darle participación a la Seguridad de la Universidad, porque lo que queremos es tener una conversación positiva contigo’. ‘Ya el caso de Boris apenas está en nuestras manos, sino que es competencia de la Policía, él puede ser detenido en cualquier momento y lugar, ¿tú te imaginas que sea frente a la escuela de cualquiera de los niños?’. ‘Tú has visto cómo me he dirigido a ti con el mayor respeto, sin malas formas y sin exaltarme'», escribió Fernández Estrada. 

«Cuando Boris regresa a casa de cualquiera de las repetidas detenciones arbitrarias que ha sufrido, después de la euforia inicial, de las ganas de comer, de salir a pasear todos juntos, de comprarles dulces a los niños, siempre sobrevienen algunos días de desesperanza y depresión», añadió. 

«El encuentro de aquel martes con la Seguridad del Estado, en cambio, no me afectó visiblemente, salvo por el sentimiento de frustración y humillación que fue emergiendo con los días. Pero temo que solo se trata de que no estoy en capacidad de identificar con claridad sus huellas. He estado meses pensando que debía articular las notas que tomé en los días siguientes, ansiosa por que el olvido no borrara nada de lo escuchado. Ahora es que lo intento», concluyó.

Publicación original en DdC.