José Ramón Alonso-Lorea: La casa de Humberto Calzada / Sobre reciente monográfico de arte

Artes visuales | 1 de junio de 2022

Recién arriba a mi biblioteca de arte una joya bibliográfica: Humberto Calzada. Imagining a Habitat. Excelente catálogo de más de 170 páginas que acusa una elaboración intelectual muy cuidada, tanto en su contenido y edición como en la etapa final de impresión y encuadernación. Ello se debe al imparable trabajo, serio y concienzudo, de Dennys Matos, crítico de arte cubano que ha coordinado este proyecto en Miami.
Este libro deviene en atractiva pinacoteca impresa que reproduce noventa y dos obras del pintor, a todo color, en gran formato y con soporte de calidad. Tan llamativo conjunto está protegido con una cubierta de tapa dura y una sobrecubierta, ambos impresos con detalles de la obra del pintor. En ello se ha lucido Bellak Color, una necesaria casa de impresión y encuadernación que tenemos la suerte de tener en Miami. Bellak Color es un proyecto familiar cubano que dirige Manny Fernández Jr. y que nos recuerda, por su origen y entusiasmo por el arte cubano, aquellos proyectos conjuntos que antaño hicieron en la Habana los grabadores por cuatricromía de la casa Hermanos Gutiérrez y los Talleres de Úcar, García y Cía. Bellak se convierte así en un apartado reciente en la historia del desarrollo tecnológico de estas casas de imprenta y en el profesionalismo de sus publicaciones. Negocios privados y familiares muy vinculados a la producción de catálogos de artistas, un capítulo de nuestra historia del arte poco o nada estudiado.

El libro bilingüe (inglés-español) consta de dos textos, uno de Dennys Matos y el otro de Jorge Brioso. La presentación de Matos dividida en dos partes es información de primera mano, fruto de las conversaciones que tuvo con el artista, y resulta un recorrido histórico-cronológico por la vida de Calzada. Son las dos mitades citadinas y simbólicas que construyen o destruyen, organizan o explosionan, a millones de cubanos: La Habana y Miami. En el primer ciclo de su artículo, “Una casa, un habitar: la Revolución”, Matos se detiene en esa serie de acontecimientos “revolucionarios” extremos y normalizados, estetizados por la propaganda y desagradables de recordar, que son el fundamento, negro fundamento, para que la familia de un joven Calzada de 16 años decida abandonar el país. El país donde habían fraguado solvencia económica, propiedades y un futuro. En el segundo ciclo, “La Habana y Miami: el exilio”, es donde Matos describe cómo Calzada, luego de varias peripecias profesionales encuentra “la casa”, la patria chica en la que ha descubierto el refugio para su pintura. “En el principio era la casa”, nos dispara un agudo Brioso a la entrada de su texto, y se cuela, filosofía en mano y con gran peso emotivo, por los resquicios conceptuales del pintor, para descubrir su orfandad respecto al hogar perdido, y la reivindicación simbólica que hace del hecho a lo largo de su pintura. Las casas pintadas por Calzada resultan, al decir de Brioso, deshabitadas, inhóspitas, imposibles de domesticar, espacios expropiados expuestos a los elementos de la naturaleza, a los caprichos del cosmos. Ambos presentadores apuntan igualmente a los resultados plásticos de la obra, bellamente estetizada. Se agradece a los autores la redacción coloquial, bien distante de esas incómodas construcciones del metalenguaje y los excesos teóricos que abundan en otros libros de arte.
La obra de Calzada ampliamente expuesta en este libro proyecta tres elementos visuales que le dan cohesión de principio a fin: luminosidad, colorido, y un conjunto de elementos vernáculos de origen “colonial” que definen “lo cubano”. En ello participa de una tradición pictórica, de una Escuela de la Habana que recién llegaba a su madurez y promoción internacional precisamente en esos días en que nace el pintor en 1944. Esta Escuela, tradición visual en la que incluimos la obra de Calzada, no se refiere a colegio o instrucción, ni tan siquiera a movimiento programático, sino a la suma de individualidades creativas cuyo denominador común fue el anti academicismo, y el uso de elementos iconográficos del campo y sus ciudades, con sus accesorios y sus artes industriales. Pero Calzada, ya pintor en los 1970s, se moverá en una dirección diferente, que parece desechar la curva y el arabesco tan caro a esta Escuela, si bien mantiene ese destacado cromatismo y alto contraste de luces y sombras. Ya José Gómez Sicre comentaba en 1987 que “Calzada se ha negado a asociarse con la tendencia barroca que durante tanto tiempo ha sido dominante en el arte cubano”. En ello comparte visión, desde la experiencia que ofrece la imagen arquitectónica, con sus predecesores Enrique Riverón (en un período tardío de su obra) y, sobre todo, con Emilio Sánchez.
Riverón, Sánchez y Calzada hacen suyo también una especie de vacío surrealista, un ambiente metafísico que igualmente desarrolló Serra Badué, y que resulta en obras menos decorativas y más intelectualizadas. Coincidentemente los cuatro pintores desarrollaron estas propuestas estéticas de sus obras fuera de Cuba. Nostalgia y metafísica, aflicción y depresión, la pintura les sirvió de refugio para aliviar estos trastornos.
Pero las obras de Calzada “curan” otro mal. Las generaciones de cubanos posteriores a las de Calzada hemos de agradecerle esa visión nostálgica, idealizada y restauradora de La Habana. No vemos en sus cuadros la cruda realidad, visual y olfativa, de una ciudad devastada, abrumada por sus columnas exteriores descascaradas y sucias, despintadas a dos tonos, y las interiores de hierro fundido, oxidadas. Las ruinas de sus “solares”. No vemos los baches de sus calles y soportales, no sentimos los vahos pestilentes de las montañas de escombros y los agrestes hedores de las fosas reventadas. No se halla en su pintura la erosión acumulada por el tiempo, el salitre y el desamor. Las roturas y las grietas, y hasta las caídas de los vitrales, se nos presentan bellamente ordenados, cuidadosamente colocados. Si se me permite parafrasear y versionar aquí un corto narrativo de mi autoría, he de decir que: Como quien escapa por una de las fauces del mítico Cerbero, aprovechando una de las fisuras de los dientes careados de la bestia, por entre las columnas del soportal del viejo edificio republicano sale Calzada, disparado como una flecha.
Este libro del maestro cubano Humberto Calzada fue presentado con abundante público en una reciente noche de marzo en el Coral Gables Museum, Allí escuchamos unas emotivas palabras del pintor y, en especial, las presentaciones que hicieron Manny Fernández Jr. y Jorge Brioso. Brioso tocó fibras sensibles de nuestra generación. Agradezco ese encuentro, el libro de Calzada, y felicito al Coral Gables Museum por apoyar estas propuestas culturales necesarias para nuestra comunidad.