Desiderio Borroto Jr.: Williams Carmona: La historia de un funeral (El arte es un culo)

Artes visuales | Memoria | 26 de octubre de 2022

Williams Carmona es un artista cubano radicado en Puerto Rico que un poco injustamente se ha asociado, casi de manera exclusiva, al surrealismo tropical, pero su obra ha transitado, por ejemplo, por el dilatado e inclusivo conceptualismo y el performance. El primero de estos eventos lo realizó en 1983 mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Arte y su última participación performática la puso a disposición del público en la exposición–proyecto “El Objeto Esculturado”.

Tres años después de su primer performance, William Carmona tomando como base el Taller de Gráfica René Portocarrero -colateral a la Segunda Bienal de la Habana (1986)-, desplegó un performance con el “sugestivo” título de El arte es un culo. Este complemento verbal de la obra tiene conexiones con su pensamiento y experiencia vital; corría el año 1986 y la asfixia perseguía a las artes visuales cubanas, los artistas comenzaban a sentir los síntomas y las presiones que desde el poder se proyectaban sobre ese ámbito creativo emergente y el cual resultaba muy incómodo, ya que el arte decía lo que ellos no querían oír. Las instituciones se tapaban los oídos y William Carmona lo avizora, previendo algo que tres años después tendría que hacer la plástica joven cubana, irse a jugar beisbol. En cambio él, en ese momento, prefiere la confrontación, la irreverencia, se coloca dentro de una caja de muerto rodeado de flores y, con un séquito fúnebre, sale del Taller de la Gráfica René Portocarrero recorriendo la plaza y regresando al espacio expositivo, mientras el público se mantenía a la expectativa. Coincidió que de regreso al taller y antes de la acción final del performance, llegara al taller el entonces Ministro de Cultura Armando Hart, en ese instante el presunto muerto salta de la caja, se baja los pantalones y muestra sus nalgas pintadas de blanco con la inscripción “el arte de hoy”, mientras la propia ubicación del rótulo develaba el título general de todo el performance: El arte de hoy es un culo.

El funeral representado no era sobre el arte cubano exclusivamente, sino sobre el arte contemporáneo, sobre el arte de esa década; arte que se volvió irreverente y puso su mirada crítica en los símbolos y los actos de sus representantes más augustos del poder. Que el cierre del performance El arte de hoy es un culo coincidiera con la presencia del Ministro de Cultura le otorgó a la acción creativa connotaciones agregadas desde el punto de vista semántico, el desafío se multiplicó, fue una campanada que a la luz del tiempo dejó en claro la agudeza escrutadora del arte cubano de esa época. Mirada y miradas (las de estos creadores por supuesto) que iba muy por delante del andar y la política cotidiana.

En este performance el artista realiza una «mixtura», usa el espacio institucional y el espacio público, el cual fue también una opción del arte performático cubano de los ochenta aunque, esa propia mixtura, anunciaba que el momento de la separación y la búsqueda de territorios alternativos se acercaba, advirtiendo una nueva era en las artes plásticas de la Isla. Sandra Ceballos y Ezequiel Suárez inaugurarían años después ese nuevo ambiente exigido desde finales de los años ochenta: Espacio Aglutinador, primera galería en Cuba fuera del circuito oficial. El performance El arte de hoy es un culo es dueño de registros disímiles, destacándose entre ellos el del cuestionamiento al sistema del arte en las condiciones de aquel momento en el que el complot de las instituciones y el poder pretendían atajar la ola renovadora y crítica social que se producía en la isla y… se le iba de las manos.