Elisabeth Pozo Rubio: Indisciplinas y contramemorias del arte afrodescendiente cubano

Artes visuales | 16 de diciembre de 2022
©Susana Pilar Delahante Matienzo, 2014

El pasado mío revisa las texturas expresivas de un etnos cubano que el discurso oficial de la isla asume de modo insuficiente. Además de explorar los pliegues estéticos de la creación de raíz africana en Cuba, la exposición echa luz sobre los contextos reales en los que se desenvolvieron las y los artistas negros.

Desde el encuentro entre obras antológicas y lenguajes estéticos actuales El pasado mío/My own past mira a la cultura negra de Cuba. La exposición de artes visuales inaugurada en la Ethelbert Cooper Gallery (la única institución de arte dedicada al arte de la diáspora africana en la Universidad de Harvard), revisa las texturas expresivas de un etnos cubano asumido dentro del discurso oficial de la isla pero escasamente planteado como centro para reescribir las narrativas de su arte. A contrapelo de esta insuficiente visibilización de las agencias de los artistas afrodescendientes dentro de la geografía nacional, Alejandro de la Fuente, quien fuera el responsable de anteriores iniciativas y de una extensa labor intelectual y académica, ha trabajado desde la Universidad de Harvard con un conjunto de investigadores integrado por Cary A. García Yero y Bárbaro Martínez-Ruiz para entretejer un relato racializado, no higienizado de la producción local.

Con la puesta en diálogo de más de cincuenta piezas, la muestra conjuga un repertorio que va desde los retratos coloniales de Vicente Escobar y composiciones modernistas, hasta iconografías más contemporáneas como las de Belkis Ayón Manso, Manuel Mendive Hoyo, René Peña, Juan Roberto Diago Durruthy y Susana Pilar Delahante Matienzo. Esto para sumergirse en las poéticas visuales de quienes, siendo portadores de una herencia ancestral, le han dado cuerpo a una cosmopercepción mezclada y africana de Cuba.

Allí lienzos, esculturas y técnicas disímiles regeneran preguntas en torno a las vidas subalternas de quienes llegaron a la tierra caribeña como brazos económicos de una sociedad que luego los colocó en los márgenes, y dejan ver lo artístico como lugar de disputa en torno a la otredad, la heterogeneidad y las identidades expoliadas de la negritud cubana. Aquí cada obra emerge de una práctica inmersa en relaciones de poder, testigo silencioso de las tensiones que debieron atravesar los artistas para posicionarse dentro de su contexto, donde los mundos visuales son el testimonio de sus resistencias dentro de una arquitectura social excluyente.

Además de explorar los pliegues estéticos de la creación de raíz africana en Cuba, El pasado mío echa luz sobre los contextos reales en los que se desenvolvieron las y los artistas negros. Eso se plasma en una museografía que incorpora el formato archivístico para rescatar sus itinerarios a lo largo de la historia, desde donde emergen autores hasta ahora soterrados en los anales del tiempo. Es el caso de Caridad Ramírez y de otros nombres que, sepultados en las gavetas de la Academia de San Alejandro, el Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana, la Academia de San Fernando (Madrid), son recuperados en una labor arqueológica, suerte de contramemoria hilvanada a través de obras, visualidades, hojas, registros y evidencias documentales. Gesto con el que destacan el hacer de las mujeres racializadas dentro de la geografía creativa de la isla. Un acierto inestimable que permite resaltar sus presencias dentro de la plantilla predominantemente masculina y blanca del arte cubano.

De este modo reparador, El pasado mío muestra los universos y miradas de los afrodescendientes como entes activos en el sustrato de la imaginación cubana. Los ritmos y destiempos de sus espiritualidades y carnalidades irrumpen como zonas constitutivas de una nación tejida desde procesos de violencias y choques.

Hombres, mujeres, sujetos negros en Cuba han atravesado la segregación económica y social, la negación de sus identidades por la dominación colonial y el borrado étnico, para hacer sobrevivir sus culturas, saberes y subjetividades. El pasado mío acoge ese legado, habla de esa herida no cerrada a lo largo del tiempo, reencarnada en los racismos vigentes, donde las marcas de la discriminación se rehacen una y otra vez en las pieles de quienes aún no escapan de la lateralidad.

En el entorno cubano actual, las desigualdades se reproducen sobre los grupos afrodescendientes que no han podido emanciparse de sus bordes, hacia donde han sido recortados por la capacidad real de movilidad social y la creciente brecha de inequidades. En ese sentido, la exposición visibiliza procesos y voces silenciados, para que el presente siempre fabricado con los hilos del pasado se ilumine y abrace a sus hijos.

Aparecido originalmente en C&AL