Yanelys Núñez Leyva: Interviú a Raúl Cañibano / La Habana, el campo cubano y la fotografía documental

Artes visuales | 15 de enero de 2023
©Serie Malecón: La Habana, 1994

En tus inicios dentro del mundo fotográfico, te sorprende el desmantelamiento del “campo socialista” y la llegada del Período Especial. ¿Como aprendiz de fotógrafo, cómo superaste las carencias materiales que acontecieron en el país?

Fue difícil. Cuando abandoné mi trabajo como soldador para dedicarme a la fotografía a tiempo completo en el estudio de un amigo, a principios del Período Especial, no sabía que iba a llegar el punto en que también tendría que abandonar la fotografía. Parte de mi primer entrenamiento como fotógrafo fueron esos cumpleaños, bodas y demás festividades que capturé con mi cámara, y que me ayudaron a sostener a la familia. Pero con el paso del tiempo y al acrecentarse los problemas económicos, el cubano dejó de retratarse. Y cuando se me acabaron los rollos vencidos con los que trabajaba, tuve que retomar a mi antiguo oficio.

©Raúl Cañibano, Serie Hospital Siquiátrico: La Habana, 1999

¿Cómo persististe en tu relación con el arte?

Continué leyendo, informándome pues no tenía ningún tipo de vínculo con él. En medio de 1990 tuve la certeza de no volver nunca más hacer fotos. Ya a finales de esa década, con la entrada del turismo, conocí a muchos fotógrafos extranjeros, pues generalmente un fotógrafo cuando viaja a otro país busca a sus similares. Esas amistades fueron los que me facilitaron materiales para retomar a la fotografía.

©Raúl Cañibano, Serie Tierra Guajira: Manatí, 1999

En el año 1999 obtienes el premio del Salón Nacional de Fotografía. Con cinco imágenes de uno de tus ensayos más importantes, Tierra Guajira. ¿Cómo ha sido el proceso de elaboración de este serie que ya tiene más de 15 años?

Mi trabajo trata de tener la misma estructura del periodismo: dónde, quién, cómo y cuándo. Y este ensayo fotográfico desde que lo inicié responde a dicha estructura, tratando de documentar modos y costumbres, que están en continuo cambio, como la propia identidad. El seguimiento que les doy a todos los pueblos rurales que visito tiene un fuerte matiz antropológico, pues el ser humano es parte indisoluble de mi fotografía.

Mi mirada hacia ellos en todo este tiempo nunca ha sido desde el voyeur distante. Me he convertido en un pariente más del campesino. Convivo con ellos, les hago retratos a sus hijos en los cumpleaños, les llevo ropa. Ellos realizan un arduo trabajo en el campo, yo solo trato de rendirles un sincero homenaje por su nobleza y su hospitalidad.

©Raúl Cañibano, Serie Tierra Guajira: Santo Tomás, 1999

¿Por qué el tema del campo cubano?

Nací en La Habana, pero a muy temprana edad nos fuimos a vivir a un pueblecito pequeño, llamado Manatí, en Las Tunas. Unos años después regresé a mi ciudad natal, pero todos los recuerdos asociados a mi infancia me llevan una y otra vez a este poblado.

Ya trabajando como soldador de la aviación civil, durante unas vacaciones, en Manatí descubrí la fotografía a partir de un profesor que retrataba continuamente a sus estudiantes y que tenía hasta un estudio personal. De esta manera, el espacio rural siempre ha estado ligado a mí. Volver a él es saldar una deuda con su gente, y conmigo mismo.

¿Alguna anécdota?

Mis viajes al campo duran 15 días aproximadamente. Cuando llego a un lugar, uso la técnica de acercarme a una casa y pedir agua. Soy una persona tímida y nunca fotografío el primer día; me muevo por el caserío tratando de ganar confianza, pero siempre con la misma técnica. Una vez casi me tomo un cubo de agua, pero creo que valió la pena.

©Raúl Cañibano, Serie Fe por San Lorenzo: Rincón, 2001

¿Existen espacios de esa Tierra Guajira aún por descubrir?

Sin dudas. El país ahora mismo se está transformando lentamente, y el campo no está ajeno a ninguno de estos cambios. Todo este proceso hay que fotografiarlo. Lo bueno de la fotografía es lo individual que es, posibilita la coexistencia de varias miradas alrededor de un mismo asunto. Me falta aún mucho por conocer de Cuba, y si no he explorado más caminos es por la carencia de los recursos económicos que eso conlleva.

©Raúl Cañibano, Bahía de Cienfuegos, 2003

Otras series legitiman tu devenir como fotógrafo “documental”: Fe por San Lázaro, desarrollada en el santuario del Rincón; Ciudad; más recientemente Ocaso, entre otras. ¿Qué motiva a desplazarte por estas disímiles áreas?

La propia vida. Me encanta caminar por La Habana y tomar fotos, es de ahí donde surge Ciudad, de esa intranquilidad constante. No creo que sea mi mejor trabajo porque se halla un tanto disperso, pero tengo resultados que me gustan mucho como las instantáneas del Malecón, que sí tienen un aspecto más orgánico.

La serie sobre San Lázaro la comencé a partir del año 2000, y no fui sistemático: la inicié más bien como un ejercicio fotográfico, como un entrenamiento. Ese espacio social anualmente brinda muy buenas imágenes. Los devotos de este santo realizan promesas sumamente extremas, de gran dramatismo. Captarlo en su fortaleza es un gran reto.

Realizo varias series al unísono, siempre ando buscando algo que me atraiga. Por eso ahora mismo estoy acercándome al tema de la iglesia pentecostal en Cuba y en especial, al de la tercera edad.

©Raúl Cañibano, Serie Tierra Guajira: Manatí, 1999

¿De qué trata este último ensayo?

En mi casa, he convivido mucho tiempo con una persona anciana, y he visto los disímiles desórdenes que produce el envejecimiento. A veces se logra llegar con salud a la tercera edad -he conocido a personas de 90 años que aún pueden hasta nadar-; pero en otras ocasiones los procesos degenerativos son más violentos. Es sobre esa dualidad de situaciones donde quiero enfocar la fotografía que estoy haciendo. Voy a los asilos, recorro las calles, investigo continuamente, pues quiero ilustrar todo el espectro de posibilidades.

©Raúl Cañibano, Serie Trasvestis: La Habana, 2001

¿Qué es para ti una buena foto?

Debe ser aquella que te transmita algo. A veces la gente me pregunta “cómo hiciste este trabajo?” y yo le doy la misma respuesta: no pienso mucho cuando estoy tomando una foto.

Pero cada vez que voy a fotografiar algo, busco los puntos importantes dentro de la escena: cultura, historia, religión. Luego paso a curar las fotos, no desde el Photoshop, que casi no uso, sino desde un proceso de selección agudo. En eso me ayudan mucho otros colegas y mi hija, que tiene un gran ojo.

©Raúl Cañibano, Serie Tierra Guajira: Manatí, 2000

Con la apertura en la Habana de talleres, cursos, escuelas creativas hay una gran oleada de personas que se acercan a la fotografía. ¿Es fácil dedicarse a ella? ¿Cómo es la vida de un fotógrafo cubano? ¿Qué tipo de relación tienes con el mercado?

Vivir del tipo de fotografía que yo hago se hace difícil, aunque ahora estoy en un momento de mi carrera en la que los coleccionistas internacionales se han interesado por mi trabajo, algo que ha ayudado en buena medida a mi subsistencia. Pero si uno vive aquí en Cuba, generalmente debe tener un trabajo extra para subvencionar los proyectos más individuales. Así hago, cada vez que gano algún dinero, una parte va destinada a los gastos necesarios de mi fotografía. Es la única forma de desarrollar una obra de autor.

Publicación original en Cuban Art News, 2016.