Virgilio Piñera & Witold Gombrowicz: Dos cartas

Archivo | Autores | 31 de enero de 2023
©Piñera y Gombrowicz en Bs. Aires

Hace unos años el blog Penúltimos Días -dirigido por Ernesto Hernández Busto- hizo público este cruce entre Piñera y Gombrowicz: cartas que en su momento no habían sido recogidas por investigador alguno. Aquí les va tal y como se publicaron en PD en 2013.

De Virgilio Piñera a Witold Gombrowicz (sin fecha):

Mi querido Gombrowicz: entonces yo estaba con un martillo… Tenía justamente quince años; mi padre estaba conmigo, se trataba de clavar algo; yo no comprendía la cosa. Mi padre me la explicaba, yo seguía sin comprender, entonces dije que lo comprendía todo sin comprender nada, entonces mi padre me conminó a clavar. Estaba perdido, y mi padre no compartía la mentira. Entonces yo inventé en ese momento la mentira de la mentira: alejar la casa real con la casa inventada. Ladeé con lentitud la cabeza, miré en la lejanía, dije una estupidez, teoricé, hablé, de pavos rellenos o de frutas en almíbar, y mi padre el clavo. Entonces yo tenía quince años: un martillo en la mano, y toda mi labor en la vida sería desde ese momento la mentira de la mentira: alejar la casa real con la casa inventada. Ladeé con lentitud la cabeza, miré en la lejanía, dije una estupidez, teoricé, hablé, de pavos rellenos o de frutas en almíbar, y mi padre el clavo. Entonces yo tenía quince años: un martillo en la mano, y toda mi labor en la vida sería desde ese momento ocultar al resto del mundo que yo era de la naturaleza del topo, esto es, que no veía nada. De aquí nació un infinito, terrible arte de engaño. Mi castillo ha crecido de día en día y como en todas las construcciones la puerta de salida es la misma de entrada, la misma cosa, no salgo nunca en realidad sino que sigo entrando más profundamente aún. Con el pensamiento he cometido los crímenes más abominables, las más vituperables acciones. Por ejemplo: en la clase de griego pasé siempre como el alumno más inteligente en esa materia. ¡Qué astucia, qué majestuoso simulamiento para engañar la ciencia del profesor! Con dos o tres lugares comunes dentro de la gramática griega yo confundía, trastornaba, desesperaba al profesor, le hacía vacilar en sus convicciones, me tomaba como hombre de la penetración maravillosa. Lo más trágico para él consistía en que desde el punto de vista real de la cuestión podía pulverizarme: él sabía griego y yo no sabía griego. ¡Ah! Pero desde el punto de vista de mi mentira, estaba él perdido de antemano. Porque cuando yo entraba en juego, ya el griego en sí venía a convertirse en algo que era mi mentira del griego, y esta lengua el pobre profesor no la comprendía ni sabía de ella la alfa… Entretanto mi fama crecía. Mi [palabras ininteligibles] se hacía de una fuerza terrible. Si hablaba o escribía tenía la convicción de que quien me leía o escuchaba se estaba percatando de cierta cosa oscura, que en virtud de su propia oscuridad, no podría ser llevada al plano lógico de la conciencia. Si el error parte del objeto lógico, sin previa deformación se puede con toda seguridad hacerlo desaparecer, y se puede también descubrir al que lo impone; pero cuando el error se asienta sobre el objeto previamente deformado, ya no hay remedio.

Yo le diría que todo esto es el resultado de una abocpochadocara (invento esta palabra pues no hay ninguna en el idioma que pueda expresar o matizar el carácter de mi íntima naturaleza) FUGA. Esto es, una abocpochadocara FUGA. La fuga así, con la abocpochadocara mente uno se está fugando. ¿Cómo resolví yo mi terror mortis? Pues con la abocpochadocara. Una risita, dos risitas, tres risitas… y ya no tenía nada que ver con la muerte. Jueguitos, jueguitos y muchos jueguitos. Me ponía una mano aquí, otra allá, ocultamientos, reservas. No, no tengo terror. ¿Se compró un sombrero? Sí, me compré un caballo. Ah, se compró un caballo. Sí, me compré un lápiz. Y así; el jueguito invitaba al jueguito, y todos jugaban con mi juego. ¡El espíritu de agudeza! ¡El hacer frases! ¡Cuánto os debo, frases queridas, que me habéis ayudado a salir del atolladero en no sé qué múltiples ocasiones! De pronto se discute, digamos, la música de Bach. Me toca hablar; me toca, y no hay remedio. Yo a lo profundo nada sé de la música de Bach. Pero mi abocpochadocara viene en mi ayuda y heme diciendo algo sobre Bach, tan oscuro y al propio tiempo tan claro, que todo el mundo me felicita. Claro que no es claro pero los que me escuchan como están cogidos por la terrible abocpochadocara nada pueden hacer. Si su claridad para mí es oscuridad yo les ametrallaré con mi oscuridad, que les va a resultar forzosamente una claridad. ¡El jueguito!

Pero yo me pregunto cómo podía ser más potente la voluntad del jueguito que la voluntad de vivir mi real, verdadera vida del cretino que soy. Será que yo iba tras la fama porque tenía terror del cretino, o será que por cretino que era perseguía la fama. Y como todo pecado lleva en sí su penitencia yo no sé, a la hora que le escribo, si en realidad llevo mi cara sola o si la llevo acompañada… por una careta. Y no hay salida posible; no se permite el retroceso. Lo único que se me permitiría será la demostración por la vía de la verdad y del amor de ese infame jueguito. Tengo que demostrar que mi abocpochadocara es una hermosa realidad.

Virgilio Piñera (sin firma)

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gombro
©Gombrowicz, 1956

De Witold Gombrowicz a Virgilio Piñera (3 de octubre de 1956):

Querido Virgilio,
Tengo una gran pena. La Compass Cardinal, la preferida, esta, sabe, larga, delgadita, con aspecto de galgo yace destrozada. Ayer se ha roto mientras sacaba el carbón. Le doy mi palabra de honor, Virgilio, que no miento. Ya no sé qué hacer. Tengo ahora sólo una y ésta también rota, aunque se la puede usar. Le suplico, Virgilio, ayúdeme en estos trances y consígame la Dunhill, que sea la pipa de la Amistad y lo más pronto posible. Le ruego muy seriamente. Casi el único deleite que queda a mi vida que ya está acabándose es fumar en una buena pipa meditando, no me priven de esto les pido por favor.

No quiero hablarle ahora de su volumen [se refiere a Cuentos fríos, editado por Losada], porque con la mezquindad que lo caracteriza me creerá interesado. Leí como 50 páginas. Sepa, en todo caso, que estoy en verdad impresionado y creo que esto lo consagrará definitivamente, su verdadero terreno es el cuento. El libro tiene más fuerza de lo que posiblemente sospecha. Más rico que la Carne de René, ya que contiene variantes. No le haría ilusiones, Virgilio, respecto a un asunto tan importante para Vd. así que puede confiar en mi sinceridad. A ver si logro escribir algo más amplio en mi castellano que me paraliza y convierte el proceso de escribir en un martirio. Déle un tierno abrazo a Humberto y otro a Pepe bajo el signo de la Amistad que nos une. Aquí que digamos nada nuevo, yo estoy enloquecido por exceso de tareas. Saludos muy atentos.

Witoldo
3.X.56

* Esta correspondencia cruzada procedente del archivo familiar de la familia Piñera apareció —junto con otras dos cartas dirigidas por Gombrowicz “a Virgilio y Humberto [Rodríguez Tomeu]“— en la revista Biblioteca de México, No. 22, julio-agosto de 1994, pp. 46-47. Lamentablemente Roberto Pérez León no las incluyó en su reciente edición de la correspondencia de Piñera (Virgilio Piñera de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978, Ediciones Unión, 2011). En la misma revista, hay una carta de María Zambrano a Piñera (pag. 54), fechada el 5 de noviembre de 1941, igualmente ignorada. Tampoco se incluye el grueso de las 86 cartas que Virgilio le envió a Rodríguez Tomeu entre 1960 y 1977, guardadas en el archivo de Princeton. Magia de los archivistas insulares: sólo con recuperar lo que ha quedado fuera de esta correspondencia ya podría hacerse otro libro. (EHB)