Carlos A. Aguilera: Interviú a Yaysis Ojeda Becerra / La piel del grito

Artes visuales | 5 de marzo de 2023
©Yaysis Ojeda Becerra / Col privada.

Autora de El aullido infinito (2015) y La piel del grito (2022), recién editado por la editorial Hypermedia, Yaysis Ojeda Becerra (Santa Clara, 1977) ha construido un camino donde la investigación se une a la fascinación y al oído. Oído que no es solo sinónimo de escucha, percepción o aprendizaje, sino de clínica. Para hacer lo mismo (es decir, pensar, planear, encuadrar, memorizar…) conversamos:

La piel del grito es tu segundo libro sobre art brut u outsiders cubanos. En un país donde apenas existe promoción sobre estos artistas y la información sobre el tema ha marchado a cuentagotas (Feijóo, Seoane Gallo, Riera…), ¿cómo es que uno se decide a investigar el tema y a apostar especialmente por él?

Eran los inicios de los dos mil y empecé a percatarme de la presencia de artistas autodidactas cuyas producciones distaban de un entero enfoque popular o naif, con narraciones visuales que se movían entre lo grotesco, el miedo, lo místico y lo pesadillesco, por lo general, con un sentido autorreferencial. Aquellas obras, debían ser observadas a partir de otra perspectiva estética. Encajaban perfectamente dentro del denominado art brut y arte outsider, pero al ser un término occidental, no se encontraba suficiente bibliografía y no existían estudios al respecto en la Isla. Era evidente el vacío tanto en la crítica como en el campo de la investigación sobre el género, que era necesario suplir, en función de revalorizar a estos artistas desde un enfoque no solo cultural sino social, que fomentase su desarrollo. Estaban ahí, bajo la camisa de fuerza del arte popular que terminaba en ocasiones asfixiándoles. Se trataba de hacer visible desde otra mirada al sector más vulnerable y sensible dentro del gremio artístico, y se convirtió en un compromiso que asumí hasta hoy. Por lo que me propuse construir una bibliografía que sustentase el género a través del ensayo o del testimonio en las voces y experiencias de los creadores.

Si sumamos las conversaciones de tus dos libros tendremos alrededor de doce entrevistas a pintores (y personajes) con características muy remarcables, algunos, incluso, bajo tratamiento psiquiátrico. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?, ¿cómo uno se enfrenta a personas que viven en un límite de vida otro?

Suelo acercarme a los artistas de manera muy natural, con la sencillez como carta de presentación. En algunos casos, bajo la sorpresa de mi visita sin avisar, a solo un toque de puerta, sin oportunidad para ellos de preparar escenarios o respuestas. Irrumpo, pero no me impongo. Preparo las entrevistas con sutileza y empleo un lenguaje a ratos popular, intento una atmosfera cómoda, que la comunicación fluya de manera espontánea. Evito tecnicismos y cuestionarios formales, voy a una metodología alejada de convencionalismos, en la que prima la observación, la escucha atenta, la interpretación de gestos, sonidos, incluso de los silencios.

Para llegar a la consciencia creativa de estos artistas se hace imprescindible comprender sus modos de razonar, ponerte en la piel del otro, compartir sus emociones, caminar juntos por las calles, experimentar el entorno vivencial que los envuelve, acompañarlos en las conversaciones con fidelidad, sobre todo en aquellas revelaciones que prefieren mantener en privado.

Llevas varios años fuera de Cuba, en contacto con artistas o colecciones de art brut europeas o norteamericanas; si tuvieras que señalar una diferencia entre el brut cubano y el que se practica en otros lugares, ¿cuál sería?

Frente a la diversidad de poéticas que se impone, se hace complejo delinear una constante que identifique a los artistas brut cubanos, aunque sí destacaría en buena parte de ellos: el horror vacui, el tratamiento del color hacia una paleta intensa, y cierto grado de humor que puede rozar la ironía; además de la presencia de elementos puntuales que te remiten al entorno cultural cubano. En algunos llaman la atención los apuntes críticos, no siempre de modo explícito, hacia temas sociales: al contexto político-ideológico y la precariedad económica que afecta en extremo al país, todo ello planteado desde la reinvención personal de la realidad.

Luego, comparten patrones que son comunes de un hemisferio a otro del planeta, entre producciones brut y outsiders de artistas que jamás se han conocido, incluso en sus filosofías de asumir la cotidianeidad, el arte, y en sus historias de vida.

Una de las cosas que más me “sorprendió” leyendo las entrevistas, es que algunos de estos artistas estuvieran tan traspasados por el discurso ideológico o afectivo hacia la revolución. ¿Crees que este discurso y en especial lo agresivo mismo del discurso castrista ha influido en el muy especial self de ellos? ¿Tienes idea de si ha existido en estos más de sesenta años, por parte del Estado cubano, algún plan especial que haya intentado “educar” a los artistas de art brut?

Creo que el contexto político e ideológico sí ha influido notablemente en las obras de varios de estos artistas, quienes en determinadas circunstancias de su vida fueron utilizados y desechados, como ocurrió con Gallo: su narrativa de la precariedad intenta dar otro vuelco con el renacer que experimentó a partir del arte y alejado de contiendas políticas, con el “amor” como único lema. En cambio Ramón Moya, se siente el cronista de una época con una extensa obra que de panfletaria pasó a crítica punzante, debido a ese cambio radical lo llegaron a internar, al manifestarse sobre el caso Ochoa en aquellos años; mientras en Boffill su obsesión desmedida por los héroes lo llevaba a desacralizarlos y a la intervención de camisas militares que pintaba y exhibía en series.

Según artistas o épocas, este tipo de arte ha sido clasificado como antiacadémico, intuitivo, autodidacta, marginal, etc… Si nos enfocáramos solo en los artistas de la isla estudiados por ti, ¿cómo los definirías o llamarías tú?

Se trata de artistas brut y outsiders con posturas estéticas que van a esa belleza otra visible en la diversidad, que asumen el arte cual componente esencial que da sentido a sus días y llegan a experimentar procesos de transfiguración con la obra, o se dejan influir por ellas, hasta volverse un segundo interlocutor. Al acercarte a sus producciones, descubres sus miedos que pueden ser los tuyos, y tanteas el dolor desde una línea quebradiza, abismal, sin límites, que va planteando un universo de aparente caos con sus propias reglas, dioses, creencias y rituales. Sientes, junto a ellos, el riesgo de asumir la libertad como expresión artística y actitud, en el trazo de un nuevo mapa existencial y de pensamiento, en confrontación con cualquier sistema social, con las ideologías y las religiones.

(*) Publicación original en El Nuevo Herald