Nayr López García: Interviú a Gabriela Reyna / El vestido, un lugar habitado

Artes visuales | 17 de marzo de 2023
©’Yo no me voy a desnudar’. Performance, 2018

Gabriela Reyna es una joven e incansable artista cubana. Su visceral contacto con el arte le ha permitido reflejar emociones y experiencias que la acompañan y que acumula. Se graduó de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro (2011) y de la Universidad de las Artes (2016) en la especialidad de escultura; pero en su vida profesional ha recurrido a diferentes técnicas y soportes para expresar su pasión por la indumentaria y la vestimenta, elementos que se han convertido en componentes insustituibles de su obra.

Gabriela niega las etiquetas, ella busca y encuentra en el trabajo. Mientras, disfruta el proceso, explora y potencia su feminidad para encarnar las reflexiones que libra desde su condición de ser social. La entrevista que leerán a continuación, es parte de una conversación –o conversaciones- más extensa, donde no vacila en abrir su ser, mostrar su poesía.

¿Qué te motivó a estudiar artes plásticas?

Es algo que necesitaba hacer desde niña. Era la actividad que preferíamos mi hermana gemela y yo. Nosotras crecimos rodeadas de arte. Fuimos criadas por mis padres y mis abuelos maternos, y ellos tienen una sensibilidad especial. Mi abuelo era arquitecto y mi abuela estudió diseño de interiores. Además, les encanta coleccionar objetos antiguos, así que vivíamos rodeadas de historias. Mi hermana y yo dibujábamos muchísimo y en la familia siempre nos dieron mucha libertad creativa. Nunca nos impusieron que la casita se pintara así, o el sol de esta otra manera. Yo creo que esa libertad potenciada es parte de lo que nos impulsó a decidir estudiar artes plásticas.

Las cuestiones de género forman parte importante de tu discurso. ¿Eres una artista feminista? ¿Eres una mujer feminista?

Esta pregunta viene a confirmar muchas cosas que me estoy replanteando. Ahora mismo me encuentro en un proceso de entendimiento justamente hacia todo lo que rodea y guarda el universo femenino. Ante todo yo soy un ser “x” , que estoy en este plano terrenal en la experiencia de un cuerpo de mujer, me identifico con él en toda su feminidad, me gusta y así presto mi voz. Por tanto, estoy en pos de los anhelos, los deseos, la lucha de toda mujer. Me considero mujer feminista; después vendría artista feminista.

Creo que el evento que encauza el feminismo es demasiado fuerte y contundente, por eso no quiero encasillar mi obra como arte feminista, siento que si bien están presentes determinadas cuestiones feministas, otras tantas veces mi creación transita por infinitas circunstancias que van mucho mas allá; lo llamaría un arte femenino.

Debido al gran cambio de vida que experimentamos todos y que todavía vivimos – a causa del COVID- hay una vuelta introspectiva de cada ser y creo que esto ha potenciado aún más mi refugio en esos momentos a solas de toda mujer. Ahí es donde aparecen las ideas para crear, y aunque así siempre ha sido mi obra –con un carácter introspectivo- ahora estoy volviendo a reestudiar, a recodificar patrones que he desarrollado en mi trabajo, entonces cabe la pregunta si definirme como tal: artista feminista.

Siento que la lucha feminista es algo tan importante que no se puede tocar por los pelos, ni minimizar, no solo por su historia sino por cada una de las que realmente encuentran en sus filas una fuerza para seguir. Para mí, lo absoluto y los extremos no van a ningún lado y el ser feminista hay que planteárselo con seriedad y respeto.

Para que me entiendas, no defiendo el hecho de la radicalidad extrema. Puedo defender mi género llevando vestidos, sentándome de forma canonizada, etc., porque además, me gusta y me siento bien ahí, nadie me lo impuso, más allá de las connotaciones históricas -que las conozco- no me puedo victimizar por algo que no soy. La feminidad es algo inherente en mí, me seduce y me lleva a indagar y accionar en el arte. Cuando se habla desde una experiencia traumática, visceral, desde un padecimiento en términos del género per se; si no lo he vivido, si no he sufrido como muchas que hoy ni siquiera pueden contarlo, pues debo tener medida y cuidado a la hora de trabajar desde ahí, porque se puede caer en lo trillado, en lo mediatizado, y se banaliza. Por eso creo que la manera en que uno represente en su obra estos temas tiene que ser, o bien por experiencia propia, o con un gran respeto a la hora de ponerse en la piel de una mujer y su lucha.

©’Dijiste que me traerías a donde crecen las flores de verdad’. Instalación, 2015

A veces me parece demasiado poco decir con el arte todo lo que conlleva la toma de conciencia hacia la historia de la mujer. No obstante, volviendo a no ser absoluta, sí sé que gran parte de la visibilización del feminismo es gracias a las artistas feministas y a lo que desarrollaron en las primeras tendencias del feminismo, y a las que como yo -quizás desde algo sutil y recatado- también hablamos; el silencio a veces grita.

He tenido la oportunidad de estar en tres países de Latinoamérica en los que el tema del feminismo, del feminicidio y la violencia de género es más latente que en Cuba. Aunque nosotros no estamos exentos de esos problemas. Somos una sociedad por génesis machista, tenemos micromachismos muy latentes; pero en aquellos contextos a nivel comparativo es muy fuerte y, obviamente, se sale de los márgenes del arte. Las personas están muy adaptadas a la violencia, lo tienen tan instaurado, que la lucha es necesaria y hasta inminente, eso me duele y no me solidarizo, sino sororidarizo, que es el término que ahora se emplea.

Por estas razones es que me lo estoy planteando en el arte. Valoro y admiro muchísimo a aquellas mujeres que han hablado de eso desde su obra porque lo han padecido, sufrido, porque es su experiencia de vida. Es de respetar la postura que asumen al sacar a la luz desde el arte sus propios miedos, experiencias y lucha. A mí me gusta sublimar la feminidad de la mujer, la sensualidad, ese cuerpo que se admira, porque ¿por qué no?, por algo estoy en ese replanteamiento del feminismo como ideología, no quiere decir que deje de ser en mí, sino que estoy buscando caminos para plantear el tipo de feminismo que va conmigo y que quiero enarbolar, al final lo importante es estar unidas.

En otras ocasiones has manifestado cuán satisfactorio te resulta la identificación de las receptoras con tu trabajo. ¿En tu obra dónde están todas las mujeres y dónde está Gabriela?

Yo trabajo desde mí, no creo que me dirijo a una mujer en específico, eso quizás viene después. Siento que las mujeres están en mi trabajo donde se sienten reflejadas, representadas, a veces se encuentran en lo que menos uno se puede imaginar. Tuve una experiencia muy linda en Argentina cuando hice Yo no me voy a desnudar. El performance se acompañaba con el sonido de mi respiración que parecía el mar, el vestido de lienzo parecía arena y yo era como una isla. Una muchacha, artista venezolana, que estuvo en la acción luego me escribió contándome que la obra la llevó a las playas de su vida y eso me pareció muy lindo. Ahí están ellas, donde se descubren.

En la medida en que he trabajado, me he dado cuenta que determinadas acciones y códigos que empleo sí pueden llevar a cabo una problemática en específico. Por ejemplo, cuando hice Limpiar, yo literal me sentía una colcha de trapear en ese momento de mi vida, por un suceso en concreto que me había ocurrido, pero reconozco que hay muchas mujeres que se sienten así quizás no por la misma razón que yo, sino en un “x” contexto o situación. Esto es lo hermoso del arte: unir experiencias y sensibilidades aun sin conocerse artistas y espectadores.

©’Limpiar’, performance, 2015.

En tu obra es latente la presencia de algunos leitmotiv, por ejemplo, los zapatos de tacón y los vestidos. ¿Por qué acudes a ellos con frecuencia?

Rápido y mal podría decirte que me siento cómoda en tacones y vestido, pero va mucho más allá de eso. Para mí, la indumentaria tiene una carga y un misterio que me seduce. Me puedo imaginar infinidad de cosas desde la indumentaria. A veces ni yo misma entiendo el porqué, pero está ahí, encuentro un código, una historia, es como el que siempre pinta con el color rosado porque le gusta.

Reconozco en mi obra los leitmotiv, lo entiendo, pero eso no quiere decir que la ropa masculina no esté presente, lo que pasa es que de una forma u otra las piezas se me han ido dando de esa manera. Además, yo guardo mucho material referente al universo de “la estética femenina”. Entonces, sin querer o por azar de la vida o porque esa es mi energía, siempre tengo más cosas desde lo femenino que de lo masculino.

Para mí el vestido es un espacio vivido, un lugar habitado. Hay una piel, hay algo que se esconde ahí. Es tu identidad, más allá que la definición de una misma como hippie, rockera, lo que sea. Siempre tenemos ropas que se convierten en preferidas; y también otras que heredamos, estas a mí me encantan por la historia que tienen detrás. Yo conservo vestidos de mi abuela y de mi madre, no sé qué voy a hacer con ellos, pero algo saldrá.

El zapato para mí tiene un misterio increíble. Marca el camino, los pasos. Tengo facilidad de encontrarme ropa y zapatos en la calle, pero más que todo, zapatos. Y me los he encontrado en todo tipo de situaciones.

Estos son los materiales que aparecen en mi vida, que tengo a la mano, que me motivan e inspiran. Con ellos me siento cómoda, me empoderan, me gustan, me siento atractiva, más allá de la otra cara banal que tienen, de la superficialidad que pueden cargar, que también lo reconozco. Que utilice vestidos y tacones, no quiere decir que detrás de esa mujer que tú te representas o que yo estoy representando, no haya una sensibilidad trascendente, algo más allá de un simple tacón.

Prefiero el vestido típico negro. Para mí el negro es elegancia, sobriedad, pero también soledad que carga con el llamado luto. Asumo mi trabajo como un refugio. En mis momentos más tristes, o tensos, lo que me saca es el arte. El negro no es un color, es ausencia de luz, de tonalidad, y ese negro para mí condensa todo, porque el blanco es hermoso y es expansión, pero veo el negro como un punto, que recoge todo, es el flujo, el término de algo. Por la búsqueda que llevo en mi trabajo, estoy tratando de indagar en un color que neutralice un poco determinadas cosas para señaladas acciones, que bien pudiera ser el gris o el beige, pero aún me encuentro en ese proceso, a la par seguiré marcando el negro en mi obra.

Y mi tela preferida es el lienzo. Desde la historia misma que tiene en las artes visuales; y desde la moda, cuando se hace un vestido en las grandes empresas el patrón clase se hace en lienzo crudo. Cuando te pones un vestido de lienzo, como en Yo no me voy a desnudar, tiene otra carga, porque nadie se pone un vestido de lienzo porque sí.

©’Yo no me voy a desnudar’. Performance, 2018

Hay una pieza de gran relevancia en tu haber: …Dijiste que me traerías a donde crecen las flores de verdad. ¿Por qué emplear en esta instalación elementos propios de la vestimenta masculina con un tratamiento, en mi opinión, que parte del lirismo y la sensibilidad?

Como te comentaba, no me gustan los extremismos.

No puedo radicalizarme contra los hombres, como plantean algunas tendencias, porque incluso conozco hombres que son feministas. Yo creo que debe existir un diálogo y un apoyo entre ambos géneros. Por eso esta pieza es un homenaje a los hombres de mi vida, a lo que han representado. Con ella quiero transmitir mis experiencias hermosas con ellos y su sensibilidad; no hablo exclusivamente desde lo sexual o relaciones de pareja. Mi abuelo y mi padre, por ejemplo, han sido figuras imprescindibles en mi vida, a las que admiro y eso también me define. Alguna vez alguien me dijo que esa pieza le hablaba de amor, justo no puede ser mejor interpretación, el amor.

Y sobre esto te cuento una anécdota: cuando empecé Cosas de Hembra, que es una serie que creo que voy a trabajar durante toda mi vida -o al menos ya sé que pintaré eternamente con maquillaje sobre toallas desmaquillantes- una amiga me cuestionó por qué cuadros pintados por hombres y mi respuesta fue: ¿por qué no? Precisamente eso fue lo que me gustó de este trabajo, la mirada del artista en el contexto que sea hacia la mujer, cómo lo quieras ver. No porque a alguien le parezca cliché, o sectorizada deja de ser importante.

La mujer siempre ha sido musa, inspiración y no por eso le resta empoderamiento y libertad. Su figura retratada ha sido la fuente de inspiración o el motivo principal de determinados artistas a lo largo de la historia del arte, por lo que el valor que tienen es indescriptible, sin una modelo mujer no hubiéramos tenido hoy obras tan conocidas como Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso, o las mujeres de ojos oscuros de Amedeo Modigliani, o los sensuales cuerpos femeninos de Egon Schiele, o nuestra cubanísima Gitana Tropical de Víctor Manuel.

Háblame de tu generación de artistas, ¿cómo valorarías la creación actual de mujeres en Cuba?

El arte cubano siempre se ha caracterizado por tener un fuerte potencial de innovación y trascendencia, a veces con los más escasos recursos; y en esto las artistas cubanas no son excepción. Lo hermoso de buscar en la historia del arte nuevos referentes alejados del patriarcado y el falocentrismo, es que centro la mirada en la mujer y descubro exponentes de una fuerza brutal.

Mi generación es muy versátil e independiente. En el caso particular de las mujeres, encuentro homólogas que vuelcan su imaginario en el tema de género y experiencias en un cuerpo de mujer. También están otras artistas que no necesariamente tienen que hablar desde el ámbito de ser mujer o desde su representación, y a cada una de ellas las admiro aún más, porque a veces realizar una obra totalmente diferente a lo que se considera universal, por decirlo de alguna manera, supone un reto para su visibilización. Ser mujer y no hablar sobre temas de género, a veces limita su diálogo incluso con las propias mujeres; creo que esto debe transformarse, aun más en estas generaciones.

De forma general pienso que la creación actual de cada una de nosotras en Cuba es un camino infinito a explorar y decodificar dentro de los patrones establecidos en el arte, y hoy somos mucho más visibilizadas y empoderadas en este recorrido.

Publicación original en MMM.