No leído en el Congreso Cultural de La Habana en 1968, evento para el que «Aportes culturales del negro en la América» había sido redactado, ni muy publicitado a posteriori en revistas o debates intelectuales, el «Manifiesto negro», como le llamaban algunos, se convirtió con el tiempo en leyenda. Leyenda que por una parte implicaba a cierta cédula de los Black Panthers en Cuba (es decir, el deseo de que existieran Black Panthers en Cuba) y, por la otra, la idea de un decreto separatista, un manifiesto racial o étnico, un constructo de guerra. En el fondo, como atestigua el historiador Pedro Pérez Sarduy en una entrevista con María Isabel Alfonso, ni una cosa ni la otra: «Mirándolo ahora, al cabo del tiempo, uno se da cuenta de lo inofensivo que fue ese documento…». Así que casi seis decenios después de haber sido redactado y, con todas las rayaduras y notas al margen que el tiempo le ha incrustrado en sus bordes, aquí les va el «mítico» manifiesto. Los ponentes o lectores del mismo fueron: Marta Jean-Claude, Sara Gómez, Gladys Egües, Georgina Duvallón, Ángela Soto, Victor Mirabal, Tomás González y José Hernández Artigas.