Hilda Landrove: Abstencionismo y puesta en escena electoral en Cuba: el fin de la credibilidad

DD.HH. | 26 de marzo de 2023
©H. Lavastida

El 27 de noviembre de 2022 se celebró en Cuba, con las elecciones municipales, la primera fase del más reciente ciclo electoral nacional. En ella se votó por los candidatos a delegados de circunscripción, que conforman las Asambleas Municipales del Poder Popular. Los resultados de la votación indicaron un nuevo récord en la tendencia al abstencionismo que viene marcándose desde 2013 y se aparta a su vez, de manera radical, de la tendencia al voto mayoritario que caracterizó gran parte de la historia de la “revolución” cubana. En las elecciones de 2017 la abstención fue de un 10.98%, en el referendo del Código de las Familias en septiembre de 2022 fue de un 25.88% y en las elecciones municipales de noviembre de 2022 alcanzó un 31.42%. El próximo 26 de marzo se realizará la segunda parte del ciclo eleccionario, en el que se elegirán -o para más precisión, refrendarán sus candidaturas- los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. De acuerdo con la tendencia histórica, es de esperar que la abstención supere las cifras de noviembre pasado.

La tendencia a la abstención parece irreversible, y las razones para la misma pueden deducirse a partir de indicadores que muestran la inconformidad con los resultados de la acción gubernamental. Dos de esos grandes indicadores son el auge de la rebeldía social, que alcanzó niveles inéditos con las manifestaciones del 11J y el éxodo masivo actual, considerado el más grande de la historia cubana. Las manifestaciones masivas, distribuidas por todo el territorio nacional, en un régimen cerrado en el que el espacio público está vedado para cualquier uso no autorizado y diseñado por el propio gobierno, y que ha desarrollado un sistema de control del disenso que impide la organización ciudadana, son un indicador notable del grado de inconformidad con el régimen. El éxodo masivo aparece, así mismo, como una salida que no recurre a la oposición abierta -entre otras razones porque la represión que siguió al 11J fue extrema, con condenas excesivas y arbitrarias a prisión, exilio forzado y aumento de la vigilancia directa sobre activistas y opositores- pero marca una pérdida radical de credibilidad en la posibilidad de mejoras en la vida cotidiana dentro del país.

Las condiciones de vida que subyacen tanto a la rebeldía como al éxodo masivo y, probablemente también a la abstención en los procesos de votación, se mantienen intactas. La crisis económica continúa golpeando fuertemente a la población, fundamentalmente en los sectores más precarizados que no cuentan con apoyos familiares del exterior, y la represión ha alcanzado niveles inéditos, persiguiendo e intentando silenciar incluso las opiniones en redes sociales. Por otra parte, la propaganda gubernamental ha entrado en una retórica de reforzamiento de sus principales narrativas que, por contraste con la realidad concreta, se evidencia como falsa y sin credibilidad alguna. En cualquier caso, las campañas gubernamentales anteriores, caracterizadas por la promoción del voto como señal de apoyo a la revolución y el socialismo, no lograron impedir el alza del abstencionismo, lo cual prueba ya por sí mismo una caída de la credibilidad del gobierno.

En forma también de campaña, un grupo de cubanos y cubanas, mayoritariamente en el exilio pero también al interior de Cuba, se organizaron desde noviembre de 2022 para proponer la idea de la abstención como forma de manifestación del desacuerdo con el diseño mismo de las elecciones. La campaña ha apelado en primer lugar al reconocimiento de la ilegitimidad de un proceso que, aunque se presenta como una elección democrática, está destinada a funcionar como operación de ratificación del sistema político. La abstención se propone así, abiertamente, como una negativa a participar en la puesta en escena de tal ratificación.

Ciertamente, las elecciones cubanas no cumplen estándares mínimos para ser consideradas democráticas: no hay competencia política entre partidos pues solamente hay un partido que, aunque pretende no interferir, aprueba o no las candidaturas en el primer nivel (la circunscripción) y propone y aprueba en el segundo (la Asamblea Nacional) y no hay posibilidad de que ningún otro tipo de organización pueda aspirar a proponer candidatos (como quedó demostrado en las reuniones de candidatura para el proceso del 27 de noviembre). Por otra parte, la representatividad que se supone un elemento fundamental en las propuestas y la selección de los diputados de la Asamblea Nacional es formal y completamente instrumental para producir una imagen de diversidad cuando en realidad se trata de un cuerpo de gobierno sin poder real para proponer leyes, de modo que la representación (de género, raza, nivel de escolaridad, región del país, sector) se encuentra completamente vaciada de contenido. La campaña #YoNoVoto, que continua vigente también para las elecciones del próximo 26 de marzo, no debe entenderse sin embargo como una razón decisiva para el aumento de la abstención. Esta obedece a razones internas más relacionadas con la pérdida de la legitimidad y el descreimiento de la población de la propaganda gubernamental.

Una encuesta publicada por Cubadata es probablemente la imagen directa más cercana a la que podemos remitirnos para entender la percepción de la población cubana sobre el sistema electoral cubano y las próximas elecciones, y ella muestra “una extendida falta de legitimidad y confianza en las elecciones y el sistema político, así como una elevada alienación política”. Con alienación, el autor del análisis cualitativo de los resultados se refiere a “la desmotivación y desinterés que sienten los cubanos hacia el proceso electoral, debido a la falta de competencia política real y la ausencia de pluralismo político en el país”. El desencanto con la política conduce directamente a abstenerse de votar en las elecciones. Preguntas enfocadas a observar las percepciones sobre el rol de las elecciones en el sostenimiento del gobierno, indican que un porciento considerable de los encuestados considera que son “para perpetuar al gobierno (42.5%) y “para favorecer a los defensores del gobierno (45.8%). Un 51.7% considera que “mi voto electoral no importa” y un 48.5% está totalmente de acuerdo con el “el gobierno no acepta la opinión del pueblo.” En las preguntas de la encuesta orientadas a la intención de voto, un porciento significativo de los encuestados respondió que no votará el 26 de marzo (36.5%). Es un porciento similar (37.5%) al reportado sobre no asistencia a la votación de 27 de noviembre pasado.

Los datos de la encuesta sobre el descreimiento del poder real de las elecciones para reflejar la opinión popular o de servir efectivamente a la participación, y la opinión de que se trata en realidad de un instrumento del gobierno para perpetuarse, corroboran las inferencias que pueden ser hechas a partir de otros indicadores de la realidad y confirman que el crecimiento de la abstención corresponde con una percepción negativa de la labor gubernamental y en particular, con la opinión de que se trata de una manipulación. La abstención podría ser entendida, considerando esto, como algo similar al voto de castigo. Sin embargo, considero que más que de un castigo activo, se trata de una renuencia a formar parte de la puesta en escena que de manera cada vez más obvia, constituyen los procesos eleccionarios en Cuba. Ello es coherente también con el hecho de que, al no existir pluralismo político, la situación en la que suele producirse el voto de castigo, que consiste en votar por el contrario, no tiene expresión directa en la forma del voto. Tal opción solo puede equivaler en Cuba a la abstención pues las opciones son o votar a favor del Partido único y su pretensión de perpetuar su régimen político a través de un simulacro electoral, o no votar. Por otra parte, la abstención como manifestación de rechazo a la manipulación electoral por parte del gobierno, tiene en la campaña #YoNoVoto un reflejo activo organizado para concentrar los esfuerzos, en un contexto de estrecho margen de acción, hacia un objetivo consensuable, partiendo de una lectura objetiva de una realidad que viene haciéndose visible hace ya varios años. Como ejercicio ciudadano, contribuye así a la construcción de la capacidad para el acuerdo en la diferencia, articulando posiciones diversas que logran coincidir y encontrar una dirección común para la acción colectiva.

Sería arriesgado predecir con seguridad qué va a suceder el 26 de marzo en términos numéricos, pero hay una alta probabilidad de que el abstencionismo marque un porciento superior al 31.42% de las elecciones municipales del 27 de noviembre de 2022. Aun considerando el hecho de que las cifras oficiales puedan ser arregladas para dar una imagen de participación y ratificación del proceso, una ausencia a la votación que ronde el 40% sería demasiado notable como para ser escondida completamente. Y, por otra parte, tendremos los datos de los grupos de observación electoral que desde hace años trabajan haciendo observación ciudadana y fiscalización del poder -sin dudas otro valioso ejercicio de educación para la ciudadanía que necesitamos para el presente y para el futuro de Cuba.

Algo es seguro; la pretendida unanimidad de la revolución no existe hace muchos años. El escenario de hoy es una población cada vez más convencida de que el gobierno no la representa y no tiene ni la voluntad ni la capacidad de asumir las transformaciones radicales que se requieren para hacer posible una vida colectiva con condiciones básicas que no deje como única opción abandonar el país. En ese reconocimiento, el crecimiento sistemático y estable del abstencionismo, habla del hastío y el desencanto. La organización para hacer de la abstención una estrategia deliberada de visibilización del rechazo al régimen, y la observación que toma en las propias manos el ejercicio político, hablan de la resiliencia de una sociedad que, pese a toda la represión, los más de mil presos políticos, el asedio constante, el éxodo y el exilio, continua insistiendo en erosionar los cimientos del totalitarismo, hasta que ya no pueda sostenerse.

Publicación original en Infobae