María Isabel Alfonso: Interviú a Miguel Barnet / Para ellos todos éramos maricones y tortilleras

Archivo | Autores | 31 de marzo de 2023
©Miguel Barnet y Esteban Montejo / Archivo

Como parte de su libro Ediciones El Puente y los vacíos del canon literario cubano: dinámicas culturales posrevolucionarias (Universidad Veracruzana, 2016), María Isabel Alfonso entrevistó a algunos de los ejecutores principales de este importante grupo. Entrevistas de trabajo y de reconstrucción de época. En inCUBAdora publicaremos cada una de estas conversaciones una vez a la semana.

María Isabel Alfonso (MIA): ¿Podría darme una valoración general sobre El Puente?

Miguel Barnet (MB): Yo no fui protagonista de El Puente. Las cabezas fueron José Mario y Ana María Simo. José Mario era una persona muy anárquica, era un poeta anárquico, talentoso. Pero la cabeza más organizada era la de Ana María Simo.

MIA: ¿Hubo alguna relación entre el Black Power y El Puente?

MB: Había cierta gente que tenía prejuicios hacia eso, y miedo. Había gente que veía la presencia y la búsqueda de la cultura africana con miedo. Búsqueda que ya había hecho en profundidad vertical Fernando Ortiz, pero que nosotros quisimos impulsar desde una horizontalidad, y darle a esto un movimiento, un sentido global, un sentido un poco más cosmogónico, porque era parte, factor esencial de nuestro corpus cultural, de la construcción cultural del país. Miedo, porque ya estaban los indicios del Black Power en EE.UU., que vino después. Pero había miedo de que se creara un movimiento racial dentro de la Revolución, porque se habían cerrado los clubes negros, las sociedades negras, el Club Atenas y todas las sociedades de fraternidad negra. Porque la pretensión de la Revolución fue integrar a todos. ¿En qué? En una sociedad humanista socialista. Entonces no tenía sentido crear partidos negros, crear sociedades negras, como existían durante el periodo de la República. Y ese era el miedo. O sea, miedo a algunos intelectuales, como Eugenio Hernández, que hicieron obras cruciales como “María Antonia”… Después salió elcimarrón[1], mía… Incluso algunas personas racistas, como yo soy blanco me calificaron como la cabeza pensante de un movimiento hacia la negritud. Y yo no tenía ninguna intención de eso. Ni creo que Sara Gómez lo tuviera, ni Martínez Furé. Martínez Furé es un nacionalista, un folclorista. Él es como mi hermano, pensamos parecido. Y Martínez Furé en ningún momento tuvo la intención de crear un club, una sociedad, y mucho menos un partido al estilo Black Panther… ¡Cuando eso ni existían los Black Panthers! Pero había temor por parte de algunos a que se formara una facción racista dentro del socialismo, ¿te das cuenta? Pero partía de ellos, de un profundo prejuicio racial, que está todavía como remanente en la conciencia cubana. Yo creo que hay una leyenda negra sobre la leyenda negra respecto al tema de El Puente, y valga la redundancia. Ahí están Georgina Herrera, Eugenio Hernández, Fulleda León, Nancy Morejón, que están en Cuba y no tienen la intención de crear ningún partido, y los demás tampoco. No lo tuvieron. Sarita Gómez hizo el cine que pudo. Hizo un cine para la sociedad. Pero esa leyenda negra sobre El Puente no tiene ningún sentido. El Puente se desintegró porque la UNEAC creó una editorial muy fuerte, con la cual no podíamos competir.

MIA: ¿Qué peso tuvo la homosexualidad en la clausura de las Ediciones?

MB: La línea de la editorial era europea, española, francesa… Lo dominante era el pensamiento de José Mario. La visita de Allen Ginsberg sí tuvo que ver. Le faltó el respeto a Haydée Santamaría y decía que soñaba acostarse con el Che. Eran los tiempos de la Beat Generation. José Mario fue enviado a las UMAP a raíz de la cancelación. El tema principal era que casi todos en El Puente eran gays. Eso fue lo que los mató. Todos éramos defensores de Rimbaud, de Lezama, de Calderón, de Boscán y Garcilaso. No vengan ahora a decir que El Puente se cerró por racismo. Eso era visto por algunos como una actitud diversionista. Se imponía el coloquialismo. Algunos de ellos se volvieron los más dogmáticos y después los más disidentes. Los de El caimán barbudo. Luis Rogelio Nogueras era amigo mío, pero también se burlaba de nosotros. Guillermo Rodríguez Rivera… Para ellos todos éramos maricones. Y tortilleras. Pero con un talento del carajo.

Nueva York, 2011


[1] Se refiere a Biografía de un cimarrón (La Habana: Unión, 1966).