Rafael Pedemonte & Émilie Boyer: Conversación con Pierre Golendorf

Archivo | DD.HH. | 5 de abril de 2023
©Golendorf / Foto de archivo

Activista comunista desde la década de 1940, Pierre Golendorf visitó Cuba en 1967 a través de una invitación del pintor Wifredo Lam. Regresó a la isla para el Congreso Cultural de La Habana (enero 1968) y se instaló definitivamente en la isla, donde trabajó como fotógrafo para la revista Cuba Internacional, así como para Prensa Latina. A raíz del “Caso Padilla” (1971), fue arrestado y permaneció en prisión en Cuba hasta 1974. Fue acusado de sustraer manuscritos de su amigo, el poeta Heberto Padilla, y de sacarlos de la isla. De vuelta a Francia, Golendorf se convirtió en una importante voz de la oposición francesa a la Revolución Cubana, en particular con la publicación de su libro 7 años en Cuba: 38 meses en las prisiones de Fidel Castro (1976).

Pierre Golendorf (PG): Viví en París hasta 1981: viví en París y nací en París. Así que había conocido a una argelina que giraba en el círculo que yo frecuentaba y su hermano Rachid era el secretario de Ben Bella. Entonces, en un momento, Rachid vino a París… Nos llevamos bien, y todo eso, me habló de muchas cosas. […] Y así fue como llegué a Argel, pero llegué justo en el momento del golpe de Boumédiène. Y entonces el apartamento estaba vigilado. Al principio me seguían y luego tuve la impresión de que las cosas se calmaron. Me quedé allí, en Argel, durante unos meses.

Rafael Pedemonte (RP): ¿Pero tenías tiempo de trabajar en Argel antes del golpe? ¿Hiciste algo, apoyaste al gobierno?

PG.: No, no. No me involucré en política en absoluto. 

RP: Pero me imagino que el golpe no dejó de ser una decepción desde el punto de vista político…

PG: Para mí, claro, sí, sí. Era un shock para los argelinos. 

RP: […] ¿Qué representaba Cuba para ti en ese momento? ¿Quizás no tenías muchas referencias sobre Cuba, no?

PG: Oh, sí, había conseguido todos los libros que se habían publicado, los libros del Che, etc.

RP: ¿De la editorial Maspero?

PG: Sí.

RP: Y Sartre, por ejemplo, ¿leyó usted Ouragan sur le sucre [Huracán sobre el azúcar]?

PG: Sí, sí. […] Yo tenía entre mis clientes a Wifredo Lam […], que Castro había encargado, junto con Carlos Franqui [de organizar el Salón de Mayo]. […] Castro necesitaba absolutamente acercarse a los intelectuales europeos, así que finalmente tuvo la idea de invitar al Salon de Mai a exponer en La Habana. Así llegué un día a casa de Wifredo Lam.

RP: ¿En París entonces?

PG: En París, […] le dije: […] “Me parece que sería interesante para los cubanos, bueno, para los artistas cubanos, tener referencias de pintores jóvenes”. Me dijo: “Sí, pero yo no los conozco…”. Le dije: “Bueno, oye, yo hago fotos de los cuadros de los expositores en la feria de los jóvenes pintores, los conozco bien, te puedo hacer una lista de pintores interesantes”. Así que me dijo: “De acuerdo”. Le hice una lista y fue así como un grupo de jóvenes franceses, bueno, no solo jóvenes pintores franceses, fueron invitados a La Habana. Y dos semanas antes de la partida Lam me dijo: «Oye, ¿por qué no haces tú el reportaje sobre el viaje a La Habana? Entonces le dije: “Escucha, dentro de quince días tengo trabajo que hacer con mis clientes”, pero por otra parte me sentí tan tentado por esta oportunidad que conseguí encontrar a un amigo que hacía el mismo trabajo que yo y que me sustituyó durante mi ausencia. Así que pude ir con este grupo e hice el reportaje del viaje.

RP: Y entonces fue usted quien sugirió los nombres de los pintores franceses a Wifredo Lam.

PG: Así mismo.

RP: Vi, por ejemplo, no hace mucho, que un pintor que murió, […] Bernard Rancillac, estuvo en el Salón de Mayo.

PG: Estaba, estaba en el Salon de Mai, estaban Arroyo, [Antonio] Recalcati…

RP: Entonces fue usted quien propuso estos nombres, Rancillac y compañía.

PG: Así es.

RP: Eso es interesante, usted realmente jugó un papel de mediador entre la cultura francesa y la cultura cubana.

PG: Bueno, eso es mucho decir. […]

RP: Usted fue a Cuba y no se quedó mucho tiempo, fue una estancia corta.

PG: Tres meses. […] Y en esa estancia fue que conocí bien a Carlos Franqui y le dije al final de los tres meses: “Me gustaría quedarme”, porque obviamente hicimos un gran viaje, cruzamos Cuba de este a oeste, o más bien de oeste a este, pero claro, todo estaba planificado. […] Íbamos a donde el gobierno había decidido que debíamos ir. Así que le dije: “Mira, estoy muy interesado en esta visita a Cuba, pero me gustaría tener un poco más de tiempo”. Me dijo: “[…] Te invitarán al…”. ¿Cómo se llama?

RP: Al Congreso Cultural [en La Habana, en enero de 1968].

PG: Así es, evento que comenzó en enero de 1968. Así que volví con la gente de ese Congreso…

RP: Había muchos franceses en ese Congreso.

PG: Sí, había bastantes franceses.

RP: Michel Leiris.

PG: Ahí estaba Michel Leiris. […] Yo conocía bien a Leiris en aquella época.

RP: Entonces, ¿para usted hubo un momento de efervescencia hacia Cuba, estaba entusiasmado con lo que descubrió?

PG: Bueno, estaba potencialmente entusiasmado con lo que había leído, pero me decepcioné muy rápidamente. Precisamente cuando me quedé, vi el otro lado. Me habían presentado el lado gubernamental, pero vi el lado popular. Ya había mucha oposición a Castro en 1968.

RP: La gente hablaba de eso en círculos íntimos.

PG: Vi a la gente cuando Castro pasaba en su jeep con todos los coches rodeándole, los guardaespaldas, etc… La gente daba ostensiblemente la espalda a la calle […].

RP: Para usted, ¿cuál fue en cierto modo el punto de ruptura? ¿El apoyo de Castro a la intervención soviética en Praga, por ejemplo?

PG: Bueno, claro que tuvo un impacto negativo en mí, por supuesto, pero fue sobre todo lo que oí cuando viajaba por la isla, todo lo que oí de todos los que conocía…

RP: ¿El sentir popular en cierto modo?

PG: Eso es, sí. Al principio desconfiaba un poco, pensaba, bueno, siempre hay detractores, pero estaba tan extendido, tanto.

RP: ¿Y usted estaba bien integrado con un grupo de francófonos en Cuba? ¿Qué tan bien conocía a los franceses en Cuba?

PG: No mucho, no.

RP: Estaba Luc [Chessex] por ejemplo, ¿lo veía regularmente o no?

PG: […] Lo veía, teníamos discusiones porque él era bastante castrista en ese momento. […] Yo siempre fui fotógrafo, era muy solitario y vagabundeaba. Primero me dieron trabajo cuando volví en enero después de la reunión de intelectuales, del Congreso. Me quedé, obtuve una tarjeta de residencia permanente. Así que me dieron un trabajo, primero trabajé en el Ministerio de Correos y me pidieron que hiciera fotos para los sellos.

RP: ¿Todavía los tiene?

PG: Sí, los tengo. Así que hice esas fotos y estuve paseando. Debo decir que me seguían, pero a distancia. No me daba ni cuenta. Al principio me seguía una chica que con el pretexto de traducir algo, siempre estaba cerca de mí. Me decía que no podía fotografiar, que no podía hacer eso, que no podía ir allí. Estuvo así durante un mes y luego no la volví a ver. Así que podía moverme, pero me seguían. Se me hizo obvio porque un día llegué a la estación de autobuses en La Habana…, había una multitud, una cola enorme de gente con sus maletas, medio dormidas en el suelo, hice fotos, era muy bonito aquello, y cuando terminé de hacer las fotos aparecieron dos policías y me dijeron: “Danos las cintas”.

RP: ¿Perdiste esas fotos?

PG: Sí.

EB: ¿Y esto ocurrió varias veces?

PG: Sí, pasó dos o tres veces. […] Yo trabajaba para la revista Cuba

RP: Cuba Internacional.

PG: Entonces, un día estaba en el campo y vi que un chico joven venía con su caballo, pasaba un pequeño arroyo y hacía que su caballo bebiera agua. Era bonito, hice una foto. Se la enseñé a Cuba…, me dijeron: “Pero tú estás haciendo propaganda, ¿no ves que este niño está descalzo y van a decir que los niños en Cuba están todos descalzos?” La censuraron enseguida.

RP: ¿Y aprendiste español rápidamente?

PG: Sí, empecé… bueno, aprendí muy rápido. […]

RP: ¿Pero te pagaba el gobierno cubano por el trabajo?

PG: Sí, me pagaba.

RP: ¿Y era suficiente para vivir? ¿Vivías bien?

PG: Me pagaban bien, sí. Tanto, que protesté al principio. Sabía que el salario [medio] era de unos 200 pesos, yo ganaba 600. Dije: “Pero, ¿qué quieren que haga, qué quieren que haga con 600 pesos?” “Vas a viajar, etc.”, me dijeron. […] Esa era su manera de ser considerados conmigo.

RP: ¿Tenías que comprar las cámaras y todo eso? […]

PG: Yo tenía ya las cámaras. […]

EB: Cuando trabajabas para esta revista, ¿podías, por ejemplo, revelar tus propias fotos aparte o realmente tenías que enseñar todas las fotos que hacías y eran ellos los que las revelaban?

PG: Oh, no, sí que podía, también trabajaba para mí mismo. […]

RP: Y tus vínculos con los cubanos, el medio cultural cubano, por ejemplo, Wifredo Lam ¿cuándo lo conociste? ¿En los años 50 o después/antes de la Revolución?

PG: A Wifredo Lam lo conocí creo que a finales de los años cincuenta: 1958 o 1959, por ahí.

RP: Y esa fue tu primera conexión con Cuba, supongo, la primera referencia cubana que tuviste…

PG: […] Para mí Wifredo Lam era un pintor, no era un cubano para mí. […]

RP: Entonces, en Cuba, ¿quiénes eran tus principales intermediarios, tus amigos? […]

PG: Sí, me juntaba con escritores y también con algunos fotógrafos.

RP: ¿Korda, por ejemplo?

PG: Sí, lo conocía bien.

RP: ¿Y entre los escritores cubanos […]?

PG: Conocí a Belkis [Cuza Malé]. Y conocí a su esposo en aquella época, que era Padilla, Heberto Padilla. […] También conocí a Haydée Santamaría.

RP: Leí un libro de Jorge Edwards, un chileno que escribió un libro que se llama Persona non grata.

PG: El que yo llamaba “el banquero”. […] Era muy amigo de Padilla. Así que como yo también era amigo de Padilla, nos conocimos.

RP: Y luego vi en tu libro que también conociste, me pareció extraordinario, a Violeta Parra, la chilena…

PG: Pero no en Cuba, sino en París. Oh sí, yo adoraba a Violeta Parra, era tan amable. Una mujer maravillosa. […]

EB: Y con toda esta gente con la que estabas en contacto, ¿podías tener discusiones políticas o era sólo con los muy íntimos?

PG: No, no había realmente lo que llamamos discusiones políticas, había insinuaciones en las conversaciones.

EB: Eran muy discretos. […]

RP: Pero Padilla, en cambio, era bastante explícito, según tengo entendido. […]

PG: Así es. Así es. […]

RP: También hubo el episodio del premio que recibió su libro, un poemario llamado Fuera del Juego, pero que fue publicado con una advertencia crítica.

PG: Así es.

RP: ¿Recuerda ese episodio?

PG: Sí, lo recuerdo muy bien, sobre todo porque fui yo quien llevó el manuscrito a Europa.

RP: ¿En serio?, ¿cómo?

PG: A través de valija diplomática.

RP: Ah, usted tenía acceso a la valija diplomática.

PG: Bueno, conocía al agregado cultural francés, que estaba implicado cuando me detuvieron.

RP: ¿Pierre Galice?

PG: Exacto. […]

EB: Y cuando “haces pasar” esos documentos, ¿eres consciente de que te pueden caer problemas?

PG: Sí, sí, por supuesto.

RP: En cierto modo era un gesto político, de oposición, de solidaridad con los artistas.

PG: Sí, pero también era un acto de amistad.

RP: A Armando Valladares lo conoció usted en la cárcel…

PG: Sí, lo conocí en la cárcel. […]

RP: ¿Y cuánto tiempo permaneció en Cuba después de ser liberado?

PG: Una noche. Me sacaron de la prisión por la tarde, me llevaron a lo que podría llamarse una estación de policía, donde también había tres o cuatro norteamericanos que también habían sido arrestados, y entonces me apartaron y ellos, los policías, me invitaron a cenar, siempre con grandes sonrisas…

EB: ¿Aunque hubieras estado preso?

PG: Sí, porque al final, cuando decidieron expulsarme, incluso en la cárcel ya era un preso privilegiado. Por ejemplo, me dejaban que me creciera el pelo, me permitían tomar sol cuando debía estar adentro. Todo esto para demostrar que en las cárceles cubanas…

RP: Que te trataban bien. […]

PG: Así mismo.

EB: ¿Te soltaron entonces porque te preferían fuera de Cuba, preferían expulsarte?

PG: Sí, sí, me expulsaron, ya no me querían dentro.

RP: Pero supongo que también se debió a que hubo mucha presión para que te liberaran, ¿no?

PG: Nunca supe exactamente, nunca pude saber exactamente…

RP: Creo que Amnistía Internacional hizo una declaración…

PG: Sí, […] Amnistía me recibió cuando regresé a Francia.

RP: Así que regresó a Francia, pero su hija y su esposa se quedaron en Cuba, ¿verdad?

PG: Seis meses. […] Después de seis meses llegaron a Francia.

RP: Y entonces usted decidió publicar el libro [7 ans à Cuba: 38 mois dans les prisons de Fidel Castro, París, P. Belfond, 1976], ¿verdad? ¿Fue una iniciativa suya? […]

©Portada y contraportada de la edición en español del libro de Pierre Golendorf (Editorial Planeta, 1977).

PG: Había prometido a los presos cubanos darles a conocer…

RP: Este libro tuvo una buena difusión en aquella época […]. ¿Y qué hizo después, al regresar a Francia?

PG: Volví a mi trabajo… Fue un poco duro porque, obviamente, empecé de cero. […] Pero fue terrible, porque cuando salió mi libro, bueno, lo publicó Belfond… Pierre Belfond fue muy amable conmigo, incluso demasiado entusiasta, me dijo: “vamos a imprimir 50.000 ejemplares”, y yo le dije: “¡estás loco!”. Al final creo que fueron 25.000 o algo así.

RP: No deja de ser bastante.

PG: Sí, seguían siendo demasiados. Y luego hicimos contacto con la prensa, que fue normal. Un silencio. Durante dos semanas silencio total, ni una sola línea en ninguna parte. Tres semanas, lo mismo. Al cabo de un mes había una doble página en un dominical.

RP: ¿Y cómo se explica eso?

PG: La presión de Cuba. Hay que decir que en aquella época, Cuba todavía tenía una presencia muy fuerte entre los intelectuales. […] Todavía era la época en que el Che estaba en todas las camisetas. Fue muy duro, la publicación del libro fue muy, muy difícil.

RP: Pero, ¿usted fue atacado personalmente?

PG: No, no, eso no estaba de moda en aquella época. […]

EB: Usted esperaba entonces otra cosa, otra recepción, ¿no?

PG: Algo normal, nada más. Empecé como activista en la Liga de Derechos Humanos, me seguían a todas partes los funcionarios de la embajada.

RP: Y el libro, ¿le llevó mucho tiempo escribirlo? ¿Fue un proceso largo?

PG: No, siete u ocho meses.

RP: Es un libro bastante denso.

PG: […] Tenía tantas cosas en mente que fue relativamente muy fácil. […]

RP: ¿Y todos los documentos los recuperó después a través de su mujer o se los llevó con usted?

PG: ¿Qué documentos?

RP: Las fotos, los sellos…

PG: Ah, me los llevé yo mismo cuando me deportaron. Yo exigí eso. […]

RP: Es un documento bastante extraordinario porque las fotos… ¿Usted no las publicó? ¿No hay libros con sus fotos?

PG: No, no, no hay libros. […]

EB: Y cuando volviste dijiste que te recibió Amnistía Internacional…

PG: […] Eso. Yo era un prisionero especial para Amnistía, porque ellos consideraban que yo era inocente, así que fui recibido por ellos cuando regresé. Cuando regresé a Francia lo hice casi como un inmigrante ilegal. Había un empleado del Ministerio de Asuntos Exteriores esperándome a la salida y me dijo: “¡Ni una palabra!”

RP: ¿Un francés?

PG: Por supuesto. Me dijo: “¡Ni una palabra si quieres que vuelvan tu mujer y tu hija, ni una palabra!”. […]

EB: ¿Así que la diplomacia francesa tenía interés en cuidar la imagen de Cuba?

PG: El gobierno francés tenía interés porque había acuerdos comerciales que los vinculaban muy fuertemente en ese momento. […]

RP: ¿Se puso en contacto con el Partido Comunista Francés en un momento dado?

PG: Yo no los contacté, fueron ellos los que contactaron conmigo. No contacté con ellos en absoluto.

RP: ¿Y por qué se pusieron en contacto con usted, para saber su versión de la historia?

PG: Para decirme que me echaban. […]Así que se pusieron en contacto conmigo para terminar con mi afiliación al partido. […]

RP: ¿Y Carlos Franqui era amigo suyo en Cuba?

PG: Yo no lo conocía antes de ir a Cuba, pero él organizó todo. Sí, era muy amigo de él, me caía muy bien, era un tipo maravilloso. Cuando le dije que quería volver, me dijo: “Estás completamente loco, ¿qué haces aquí? Te vas a meter en un lío”.

RP: Ah, él ya sabía que ibas a tener problemas.

PG: Dijo: “No deberías volver aquí”. Además, era la época de la muerte del Che. Y era un período muy duro en Cuba, había un recrudecimiento de la policía política.

RP: Por supuesto. Y en el Congreso Cultural ¿recuerda bien lo que ocurrió? ¿Cuál fue su participación en este congreso?

PG: Nada, me invitaron, fue un pretexto para invitarme.

RP: ¿Usted no hizo ninguna presentación? Había ponencias…

PG: No, no hice. Bueno, hice una exposición cuando estuve allí, me crearon una cátedra en la Universidad de La Habana. […] Así que crearon una cátedra de “Historia de las Artes Visuales”, una cátedra de fotos, pinturas, cine. […]

RP: Usted conoció el período en que la Unión Soviética tenía una fuerte presencia en Cuba, ¿vio a los soviéticos moverse a su alrededor?

PG: Oh sí, sí, sí, y cómo. Había muchos muchos, muchos técnicos soviéticos.

RP: Además del Congreso Cultural… Usted no hizo mucho entonces en ese Congreso Cultural, ¿no?

PG: No, yo estaba entre el público. […]

RP: Y el Salon de Mai ¿en qué consistía exactamente? ¿La gente venía a ver cuadros franceses?

PG: El Salon de Mai, sí, bueno, era una exposición, era una reconstrucción del Salon de Mai en el Palais de Tokyo en París, así que había conferencias y eso… Luego los pintores hicieron un mural […] en forma de espiral. Así que hubo una inauguración […] y bueno, todo se expuso durante un mes, mes y medio, con conferencias.

RP: ¿Y había mucha gente, despertó mucho interés en Cuba?

PG: Sí, había mucha gente. […] La delegación fue a Cubanacán, a la escuela de arte de Cubanacán. Así que hubo intercambios, y todo eso. […] Los habitantes de Cubanacán estaban muy interesados en el trabajo de los artistas. Los habitantes de La Habana en general estaban muy impresionados, fue realmente algo muy fuerte.

Entrevista original en francés. Traducción: R. Pedemonte. Se publica con el permiso de los autores.