Sandra Abd’Allah: Interviú a Carolina de la Torre / Las UMAP marcaron el destino de mi hermano

Autores | DD.HH. | 6 de abril de 2023
©Foto que ilustra la portada del libro de Carolina de la Torre en Verbum.

[I]

Ella tiene un nombre rimbombante sin embargo muchas personas la conocen como “la profe Carola”, porque ha sido formadora de más de 5 generaciones de profesionales de la psicología en Cuba.

Carolina de la Torre se estrenará próximamente como autora de uno de los libros que, sin duda alguna, marcarán un hito en la cultura cubana, se trata de una historia familiar, la de su hermano Benjamín quien se suicidó luego de haber pasado por las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), aquellas especies de cárceles donde fueron a parar miles de jóvenes cubanos (clasificados como lacras sociales), con la intención, se cree, de que salieran reformados. Luego de tres años de existencia, las UMAP dejaron de existir, sin embargo sus consecuencias aún son palpables:

Querida Carola, te toca presentar a Benjamín, de él solo sabemos que era tu hermano mayor y que se suicidó después de haber pasado por la UMAP… cuéntanos un poco más.

Hace casi medio siglo que mi hermano Benjamín se suicidó. Lo encontró muerto mi madre en el amanecer del 11 de octubre de 1968, y, desde ese momento, todos nos acostumbramos a recordar ese día como el aniversario de su fatal desaparición. Él era una persona brillante y todo lo importante que él hacía tenía algún fundamento conceptual. Yo creo que en su caso hubo un mensaje y una decisión: morir la misma noche en que se conmemoraba el centenario de aquel 10 de octubre de 1868 en que Carlos Manuel de Céspedes proclamó en el ingenio la Demajagua la libertad de sus esclavos y el comienzo de la guerra de liberación contra el dominio español. Pienso que para Benjamín morir el 10 de octubre era un acto congruente con su idea de la muerte como liberación. Y empiezo por contarte esto porque mi libro comienza por ese negro amanecer que cambiaría la vida de mi familia y, por supuesto, la mía también: “Blanca Molina encontró a su hijo muerto…”, es la primera línea que vas a leer. Mi libro comienza cuando nuestra familia se enfrenta a esa tragedia y termina casi donde mismo comenzó.

Y sí, Benjamín se quitó la vida después de haber estado en la UMAP (en singular como se les llamó siempre por la gente común) y lo dije en mi documental “El Accidente” donde por primera vez hablo públicamente de mi hermano. Èl salió de la UMAP en 1967, la sobrevivió, trató de resistir, y resistió el año y medio en que estuvo allí. Después luchó y sufrió más de un año por tratar de encontrar su lugar, esta vez con el agravante de ser un homosexual (tímido para el sexo y con culpabilidad) puesto al descubierto y con un certificado del Servicio Militar cumplido en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Verse cerrado y sin oportunidades, el estigma, la homofobia y la intolerancia, además de su trauma personal con su homosexualidad, el desequilibrio psicológico y la impotencia que su falta de opciones le causó, creo que fueron las causas que lo hicieron tomar su decisión. Pero no puedo decir que el libro trate solamente sobre la UMAP; debo decir que trata de Benjamín y su vida junto a las personas cercanas que compartimos con él. No es porque evite criticar a la UMAP; por el contrario, creo que reducir el análisis a ese negro episodio, sería olvidar el daño causado por la intolerancia y el machismo que hicieron de la homosexualidad –durante muchísimos años, antes y después de la UMAP- un asunto político que supuestamente conspiraba contra el futuro de este país. Sería olvidar el daño que han causado la intolerancia y la discriminación -tanto en Cuba como en otros lugares- a todos los que han sido diferentes por cualquier razón de raza, sexo, pensamiento, apariencia, gustos, religión etc.; pero, en este caso, sobre todo por las ideas y por la preferencia sexual. Sería olvidar la tragedia personal de los que sufrieron la intransigencia que nos condujo poco después al tan mencionado quinquenio gris; tal vez más negro y de más duración.

Si bien la Revolución hizo grandes esfuerzos para reducir la discriminación racial, la desigualdad de clases y la desigualdad de la mujer, eso no ocurrió con respecto a la diversidad de opiniones políticas y de pensamiento, ni con la diversidad sexual. Y Benjamín era precisamente un intelectual y artista con mucho talento y, además, homosexual. Ojalá en sus tiempos hubiera existido un CENESEX, o al menos mayor comprensión sobre la diversidad.

¿Pudieras adelantar algo de la estructura del libro y de lo que cuentas o incluyes en él? Se trata de una historia novelada y testimonial, aunque no es, ni pretende ser, una copia exacta de las personas que aparecen ni de la realidad que me tocó vivir y que he querido contar.

Siempre supe por dónde debía empezar y de hecho el primer capítulo lo escribí hace ya como cinco años y muy poco lo cambié. Igual supe siempre – porque es lo que deseaba hacer- que el centro de mi libro sería la historia y la obra de mi hermano Benjamín, poeta, pintor y estudiante de música, con un enorme potencial intelectual. El libro recoge la vida de mi hermano así como sus relaciones con mi madre, el resto de mi familia y con sus talentosos amigos, que en aquellos años empezaban a manifestarse en las letras y artes hasta convertirse, casi todos, en importantes figuras de la cultura cubana en Cuba o en el exterior. Muchos de sus amigos, los que resistieron, aquí o afuera, la presión de ser diferentes por su orientación sexual, por su raza, por sus orígenes o por cualquier otra razón, llegaron a ser lo que seguramente hubiera llegado a ser mi hermano Benjamín.

El relato en sí, tiene 9 partes que cubren la vida de mi hermano, de mi familia en los años sesenta y de un grupo de amigos en esa época que he tratado de dibujar. En uno de esos capítulos “Carolina soy yo”, expreso resumidamente mis motivaciones, sentimientos y reflexiones sobre lo que he tratado de relatar, aparecen anexos con poemas de mi madre y mi hermano, cartas, testimonios y otros materiales que completan la visión de Benjamín y de las circunstancias en que le tocó vivir y morir.

No estoy segura de cómo quedará por fin el título, pero me gustaría que fuera así: “Benjamín: cuando morir es más sensato que esperar”. Contiene palabras de él.

¿Por qué has decidido poner en blanco negro esta historia tan personal? ¿Desde cuándo estás en ello?

Hace muchos años que yo empecé a pensar en escribir de mi familia y de Benjamín. Primero era un deseo, no un proyecto concreto ni una investigación. Treinta y cinco años después de muerto él, recién jubilada y terminado mi último libro como profesional, tuve el tiempo y la necesidad de empezar a procesar información, y me dispuse a enfrentar este pasado que ha sido tan fuerte para mí.

Después de muertos mis padres yo pude acceder a sus papeles y fotocopiar la obra escrita de mi hermano y de mi mamá, y me senté, en el año 2003, con una grabadora frente a mi hermano Salvador. “¡Cuéntame tu versión de los últimos años de Benjamín y de su muerte; cuéntamelo todo tal y como lo recuerdas tú” fue lo único que le pedí antes de llenar dos o tres cintas con informaciones que nunca antes nos habíamos contado ninguno de los dos. Supe de su última conversación con Benjamín y le conté la que él había tenido conmigo sin confesarme –como tampoco le confesó a Salvador- que se despedía de nosotros y que no lo íbamos a ver vivo nunca más. Después, con recesos y angustias, seguí investigando hasta que encontré la forma y comencé a escribir. El deseo se hizo proyecto después del 2010. Una de las razones por las que me demoré era cierto pudor de convertirme en “escritora” a costa de tanto dolor familiar. Pero a la vez sentía que esa era y había sido la voluntad de mi mamá, que siempre anheló dar a conocer la vida y obra de mi hermano Benjamín. Ella nunca hubiera deseado dejarlo morir en la memoria, que es más muerte que la muerte material.

¿Cuáles son las fuentes y personas que has consultado para poder hilvanar la historia?

Yo he estudiado -no solo leído- poco a poco lo que he ido encontrando de lo mucho que escribieron mi madre y mi hermano. Al morir su hijo mayor mi mamá encontró un motivo para vivir en la meta de publicar lo que ella llamó “la obra de Benjamín”. Ella estuvo dos años en Colombia después de 1972 en que logró viajar; y su principal objetivo, además de cuidar a mi hermanita Liz (que tenía 7 años cuando Benjamín murió) fue siempre lograr esa publicación y hacer la historia de ese hijo que perdió. Aquí no lo podía hacer, ni lo pudo lograr al regresar en 1974, tampoco después. Allá no pudo porque le pedían ciertos enfoques que ella no estaba dispuesta a adoptar, mucho menos teniéndonos a nosotros aquí. Siempre se quejó de manipulación. Entonces la obra quedó sin realizar. Sus diversos escritos han sido una de mis fuentes, además de los diarios que ella dejó, sobre todo el que comenzó el día 13 de octubre de 1968, al otro día de haber enterrado a Benjamín.

Lo demás ha sido la búsqueda de amigos, familiares y conocidos que me pudieran hablar de la vida de mi hermano. Pude entrevistar, hasta más de una vez, a los que yo misma conocía o encontré después, muchos de ellos devenidos importantes figuras de la cultura nacional, entre ellos Manuel Mendive, Silvia Bacallao, Huberto Llamas, Tomás Piard, Justo Pérez, Tulio Peramo, StinmiaSasturaín,WernerLúhrsen, Iván Arocha, quienes me ofrecieron valiosos testimonios.

También entrevisté a otras personas que los primeros entrevistados me ayudaron a encontrar. A algunas personas las busqué (cuando he viajado y usado internet con facilidad) en listas de teléfonos o en Google y Facebook, incluso por buscadores especializados. En fin, en estos años, he podido conocer de anécdotas, opiniones y vivencias de más de treinta personas, que de una forma u otra tuvieron cercanía con Benjamín o con los lugares donde vivió y se desarrolló, desde su barrio, sus centros de estudio o la propia UMAP, incluyendo reclutas, jefes y, por supuesto, las colegas psicólogas que fueron allí a investigar.

También fue amplia la búsqueda bibliográfica que tuve que hacer sobre los años sesenta, la historia de Cuba y la cultura cubana, en su sentido más amplio y más estrecho también. De todos modos ha sido largo y difícil. Afortunadamente yo entré en la Escuela de Psicología cuando el primer grupo de investigadores que había ido a la UMAP estaba cerrando sus primeros informes de investigación. Desde ese momento he ido tratando de completar lo que necesitaba saber acerca de la estancia de mi hermano allá. Hoy, por supuesto, estoy mucho más cerca de la verdad que cuando murió Benjamín. Mi hermano Salvador ha sido mi memoria para la historia familiar; yo no recuerdo mucho, pero trato de escribir, él dice que no escribe, pero recuerda todo lo que no recuerdo yo.

En cuanto a los amigos, todos me han sido de mucha utilidad, pero StinmiaSasturaín, a quien le escribí recomendada por el cineasta Tomás Piard -que fue también amigo de mi hermano- me ha aportado hermosos y bien escritos relatos que yo creo que algún día ella misma debería publicar.

¿Qué supones que traiga consigo la publicación de este texto sobre la valoración que hoy en día se hace de la UMAP y los acontecimientos que su existencia desencadenaron.

Yo creo que, con excepción de los testimonios de quienes vivieron la cruel experiencia de la UMAP y cuentan lo que les sucedió, hay muchos que publican del tema, no sin investigar, pero sí con poca información. La UMAP y sus consecuencias fueron una marca en el destino de mi hermano y el de mi familia, por no hablar de todo este país. Y, por supuesto que mi libro, aunque el énfasis está en la época entera y en las experiencias que nos tocó vivir (la homofobia y el empeño por moldear al “hombre nuevo” de acuerdo a un esquema machista y muy estrecho de lo que debe ser o “es correcto”) no le pasa por encima a la UMAP. Le dedico un espacio especial, además de que, de una u otra forma, está presente desde el inicio hasta el final. Tuve la desgracia de que mi hermano fuera a la UMAP, pero luego tuve la oportunidad de conocer de fuentes directas lo que allí se vivió y lo que se investigó e informó del lugar, además de lo que me pudo contar el propio Benjamín. Creo que todos los que tengan información o vivencias sobre ese triste episodio pueden aportar algo a la valoración de aquellos años y de la UMAP en especial. Es un deber. Entonces sí, creo que de alguna manera este libro tendrá sus consecuencias para la valoración de dichos acontecimientos.

¿Cuáles han sido los principales retos y obstáculos que has encontrado para escribir este libro que resume parte de tu historia familiar?

Han sido muchos los retos y te los contaré. En cuanto a los obstáculos, si aparecen, estoy segura que llegarán a partir de aquí. Por el momento parece que me encamino a una solución editorial. Este asunto es work in progress y no pudiera decir más. Bueno, está el obstáculo enorme que representa la búsqueda de información sin acceso fácil a internet, aunque la parte de la prensa de la época la pude resolver bien en las bibliotecas del país. De todos modos hubo búsquedas más difíciles. En cuanto a los retos, el mayor era el de enfrentarme a recuerdos y descubrimientos que me hacían sufrir o llorar. También el de escribir en una forma literaria, que es más difícil que la que he utilizado siempre en mi carrera profesional. Aunque la profesión no ha sido un obstáculo en general, sino una fortaleza, porque creo que, además de mi mirada de madre y de mujer, me ha ayudado mi gusto y mi experiencia con la investigación no tradicional. El otro reto es el que tiene que ver con la dificultad para averiguar y escribir de este tema en mi propio país. En mi libro se hace la historia de una familia durante los primeros diez años de la Revolución; se habla de Benjamín en la alfabetización, de Girón y de la Crisis de Octubre, pero se habla también de suicidio y de la UMAP y claro está que no existe un lugar adonde uno vaya y pregunte “¿qué información tienen aquí que me puedan ofrecer sobre la UMAP?”

Hace pocos días escuché decir al destacado historiador Pedro Pablo Rodríguez que existen tres versiones de los años sesenta en Cuba (y lo cito de memoria, no textual): la romántica, la contrarrevolucionaria y la verdadera. Es cierto, pero además, para hacerlo más difícil, cualquier versión que uno sienta verdadera es solo verdadera para sí; verdadera en la medida de la parcialidad que cada cual puede tener al relatar; no importa lo mucho que se estudie o se busque documentación; no se puede escapar de la parcialidad, de los falsos recuerdos ni del olvido. Yo, como muchos, trato de exponer mi verdad. Y creo que ese reto es grande también; sería muy fácil escribir un libro que se ajuste cien porciento a la visión de un segmento de potenciales lectores o de un grupo editorial. Eso sería más fácil, pero no ha sido lo que he querido hacer. Mi documental “El Accidente” no salió nunca en horario estelar de la televisión. La razón es lo que dije de mi hermano Benjamín; de su suicidio después de la UMAP. Pero a otros no les gustó porque había escenas y buenos recuerdos, por ejemplo, de la alfabetización. Es así la realidad… y ese será mi obstáculo mayor, creo yo.

Ahora que casi termino me doy cuenta de mi desgaste emocional. Lo que hoy siento me recuerda algo que parece no tener nada que ver. Estaba recorriendo el monte durante un trabajo voluntario en la misma zona cafetalera donde casualmente había alfabetizado antes Benjamín, cuando me vi enfrentada a un enorme buey en uno de esos caminos de montaña que tienen barrancos hacia arriba y hacia abajo, sin un lugar seguro para poder huir. Aterrada por la situación decidí dejarme caer resbalando hasta el lejano río, agarrada de los arbustos y bejucos que me iba encontrando al pasar. Al fin, adolorida por los golpes y por el roce de las piedras divisé el río que me permitiría salir de la situación. Tiré mi mochila que se fue con la corriente y me lancé a una poceta para poder cruzar. Todo lo hice perfecto y saqué fuerzas de donde no las creía tener, pero al llegar al bohío de una campesina me puse a llorar como una niña (es lo que era con 15 años) que llega asustada al regazo de su mamá. Eso siento desde que terminé de escribir; con la diferencia de que me falta un buen tramo para llegar al final y no sé si lo he hecho todo tan perfecto como cuando me lancé al río aquel.

[II]

En la entrevista anterior, publicada en Oncuba Magazine, nos habías dejado con la incertidumbre acerca de la publicación de tu libro. ¿Nos puedes comentar ya algo al respecto? ¿Cuándo y en cuál editorial saldrá?

Sí, claro, hace meses que tengo esa información. En el mes de noviembre de 2016 firmé con la Editorial Verbum, de España, un contrato para la publicación de mi libro, que por ahora se sigue llamando “Benjamín, cuando morir es más sensato que esperar” Me hizo muy feliz la aceptación de mi libro, me alegró que me dijeran que les había interesado y gustado.

Cuba Posible publicó, en noviembre de 2016, gracias a Julio César Guanche, una sinopsis con algunos fragmentos que, afortunadamente, despertaron el interés de muchas personas. Eso fue después de aquella entrevista que me realizaste y que salió en Oncuba Magazine. La propuesta de la editorial es de publicarlo este año 2017. Espero lo logremos, para que el libro no envejezca.

¿Tú crees que un tema tan familiar, tan personal, pudiera “envejecer”? Es una historia muy particular que no hay manera de repetir, ni copiar; tampoco creo que pueda “envejecer”.

Es cierto. La historia de mi hermano, sus amistades, y mi familia, durante los años 60, las miradas retrospectivas (por ejemplo, las referencias de mi madre a la historia familiar), así como mi propia reflexión actual, son únicas, propias. Es la historia que he tratado de contar desde el corazón. Lo que a veces temo es que pierda actualidad o interés la historia del contexto que trato de reflejar, al menos tal y como yo lo he recordado y también investigado. Hubo muchísima investigación, no solo de mi propia familia y hermano, sino de la época que le tocó vivir a Benjamín. Además de las entrevistas a mi propia familia y a los amigos y amigas de Benjamín –por ejemplo, a algunos de los que estuvieron con él en la Academia San Alejandro, donde estudió pintura y escultura, en el Instituto de La Habana o en las mismas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)-, también revisé la prensa y otras fuentes que dan cuenta  de aquellos años, de las políticas con relación a la homosexualidad o de la vida cultural habanera durante ese convulso y especial decenio.

Hablar de la UMAP, dicen algunas personas que no es necesario. ¿Crees que la publicación de tu libro ayudará a que se conozca un poco más de lo sucedido realmente?

Creo que sí, al igual que ayudan otras historias e investigaciones que otras personas han hecho y siguen compartiendo. No solo aportará otro grano de arena al conocimiento de la UMAP (por alguien que lo sufrió dentro de su familia y que lo ha conocido directamente desde la perspectiva de las psicólogas que participaron de ello), sino un grano de arena al conocimiento de la época y del tratamiento que se le daba en el país a la homosexualidad y a la “diferencia”.

Es algo que quisiera seguir investigando, ya no como autora de un libro testimonial, sino como investigadora social; aunque ese no ha sido mi objetivo actual. Yo soy psicóloga e investigadora, eso creo que me ayudó, pero he escrito desde la mirada y el sentimiento de hermana.

Mi libro, como te comentaba hace unos meses, no está centrado en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, sino en los años 60 en general. Siempre con el protagonismo de mi hermano Benjamín, con sus amigos y nuestra familia; siempre con la presencia de la huella que dejó la UMAP y la homofobia en su cortísima vida posterior y en la de todos nosotros.

Yo le di una estructura -o mejor dicho, fui encontrando una estructura- que me resultó muy satisfactoria para los fines que quería lograr. Necesité hacer algunas aproximaciones a ciertos momentos  que marcaban o ilustraban, a modo de zoom, días importantes, o un antes y un después. Estos acercamientos se intercalan con los capítulos más extensos donde se narran las diferentes etapas de la historia de Benjamín, con nuestra familia y con sus amigos, tal y como yo la he podido reconstruir.

Esos momentos importantes son, por ejemplo, el día que lo encontramos muerto (11 de octubre de 1968), ciertas fechas que marcaron la vida de muchos cubanos, el día en que se tomó las pastillas para morir, y el día 5 de agosto de 1966 (cuando Benjamín cumplía sus 22 años, estando en la UMAP). No te los menciono todos ni en orden, sino solo como ejemplos.

En el “zoom” dedicado al día 5 de agosto, yo recreé las 24 horas que transcurren desde la madrugada de su cumpleaños hasta las 12 de la noche en que termina ese mismo día. Nada de lo que escribo ahí es imaginado, sino armado, compuesto por la ficción para darle orden y sentido. El final de ese capítulo te lo puedo reproducir para que veas qué tipo de información ofrezco sobre, por ejemplo, las visitas e investigaciones que realizaron las psicólogas que fueron a la UMAP antes de yo entrar a la carrera de Psicología y, también, después. En mi libro no profundizo porque no es un ensayo, ni me he dedicado a esa investigación, pero menciono esas visitas y algunas de sus conclusiones.

Desde que entré a la Escuela de Psicología yo supe que un grupo de especialistas habían visitado la UMAP para una investigación. Creí siempre que mis colegas, apenas un poco mayores que yo, no me querían hablar de mi hermano allí, pero al final supe exactamente la verdad.

Cuando las psicólogas (digo psicólogas porque las mujeres fueron mayoría) llegaron por primera vez a los campos de caña de Camagüey, no tuvieron contacto con mi hermano, ni entrevistas, ni nada, porque ellas solo visitaron las unidades que para entonces se habían formado con los homosexuales que ya estaban separados de “los hombres”, como decían unos y otros. Luego, cuando las psicólogas regresaron en la primavera de 1967, ya Benjamín había sido dado de baja, estaba de regreso después de unos 15 meses allá.

Varias veces, antes de morir, María Elena Solé habló conmigo de esas experiencias; concretamente del primer estudio en la primavera de 1966 y del segundo en la primavera de 1967, también de la permanencia de ellas hasta el cierre de la UMAP. Y no solo ella, sino otras colegas y hasta jefes que pude entrevistar, además de las entrevistas que hice a algunos de los que allí convivieron con Benjamín.

En mi libro relato una especie de fiesta que le hacen sus amigos la noche de su cumpleaños (basada en relatos de lo que ocurrió en otras ocasiones). Esa noche, al final de la fiestecita, Benjamín y su pareja se sientan a hablar con dos reclutas recién llegados, dos reclutas que habían conocido en su anterior campamento a algunas de las psicólogas que estuvieron allá; ambos habían sido entrevistados por ellas, habían realizado las pruebas y participado en las entrevistas grupales. Después de relatar ese supuesto encuentro (eso está ficcionado) con los recién llegados -justo al final de la noche- yo termino el fragmento de la UMAP c uyo final te voy a reproducir:

“…La conversación entusiasmó un poco a Benjamín, y como era lo más prometedor que había escuchado desde que llegó a Camagüey, lo malo de ese día lo trató de olvidar. Esa noche se acostó más consolado, tendió su mano al Chino sin tapujos y durmió mejor. Le duró varias semanas la ilusión hasta que se dio cuenta que nada iba a cambiar.”

“Mientras eso sucedía, Carolina se presentaba a las pruebas de ingreso que le permitirían estudiar Psicología en la Universidad de La Habana y conocer a las psicólogas y estudiantes que habían ido a investigar la situación socioeducativa y clínica de los homosexuales retenidos en Camagüey, bajo la guía de una psicoanalista francesa llamada Josette Zarka que tuvo de principal ayudante a María Elena Solé. No preguntó nada al inicio, por pena o por temor, pero, como no se hablaba de otra cosa, muy pronto se pudo enterar. Supo que el equipo de psicólogas ya había terminado el estudio pedido por los Servicios Médicos de las FAR y que, entre otras cosas, habían concluido que los objetivos de la UMAP no estaban claramente definidos en cuanto al aspecto reeducativo; que no se podía lograr la reorientación sexual; que los campamentos tenían malas condiciones (como todos los campamentos del país); que, a diferencia de los otros, los campamentos de la UMAP parecían prisiones; que el trabajo era excesivo; que no había pases y carecían casi por completo de recreación o deportes; que eran pésimas las clases; que hubo maltratos y castigos “ejemplarizantes” y que el énfasis casi absoluto en la producción no favorecía ni lograba transformaciones en las conciencias de los reclutas, sino que “era más probable que ellos sintieran el trabajo como un castigo por la condición homosexual”.

“A pesar de estos resultados –al igual que los de otro estudio que la propia Escuela de Psicología hizo bajo la dirección de María Elena Solé en abril y mayo de 1967 –pasaron dos años (y múltiples hechos que no forman parte de esta historia) antes que se desintegraran las Unidades Militares de Ayuda a la Producción.”

Después de este capítulo viene uno que se llama “En La Habana al volver”. Allí también trato de reflejar algunos aspectos relacionados con el tratamiento a la homosexualidad en Cuba y en la Universidad.

Hay alguna otra cosa nueva que, según tu criterio, aporte tu libro en materia de la vida cubana de los años 60.

No es mucho lo nuevo, sino la forma personal en que cada familia lo vivió. Yo relato la historia de nuestra familia después de 1959; por ejemplo, la participación mía y de Benjamín en la campaña de alfabetización, la de mi hermano Salvador en la etapa de Playa Girón como artillero antiaéreo, etc. También la vida cultural de mi hermano y sus amigos en aquella Habana tan especial. Pensando en alguna historia menos conocida de esos años pienso en la polémica sobre el feeling y los sucesos que se desencadenaron con la canción “Adiós Felicidad”. Aquí te propongo también un fragmento recortado -porque es más largo- del capítulo “Benjamín y sus amigos” (antes de 1965), que es más ilustrativo que mis palabras actuales:

“…Y como a ellos nada les era ajeno en materia cultural, también se interesaron por las polémicas que se desarrollaban en el plano de la música y su vínculo con lo ideológico y lo social.”

“Fue el caso de la polémica que se produjo sobre el feeling en la Biblioteca Nacional. No era la primera vez que los intelectuales se reunían con los dirigentes más destacados de la cultura y la nación para analizar un hecho concreto hasta lograr una conclusión general. Pero para ellos, que estaban alfabetizando en junio de 1961, y que tenían menos formación cuando se desató el debate que dejó aquella sentencia de tanta claridad (“Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho”), la iniciación en estos asuntos se produjo en la primavera de 1963.”

“A Benjamín y a otros del grupo, como Hiram y Marino, el feeling, sin resultarles desagradable, no les llegaba a apasionar, como tampoco el bolero del que en parte surge, al igual que del jazz. Pero sí les interesó como suceso cultural la crítica que Gaspar Jorge García Galló (profesor universitario, dirigente y miembro de la UNEAC) hiciera a la canción “Adiós felicidad” de Ela O’Farril. Según la crítica, la canción no solo evidenciaba “penas falsas y fingidas”, sino que estimulaba “sentimientos mezquinos” y podía ser utilizada “para hacer campaña contrarrevolucionaria” en un país donde el sistema no propiciaba la tristeza ni al desengaño personal. Tan grande fue el escándalo que dio lugar a un debate surrealista, entre las más altas figuras de la cultura cubana del momento. Tuvo lugar en el mes de abril y se prolongó durante tres semanas (a puertas abiertas) en el recinto de la Biblioteca Nacional. Benjamín todavía no había conocido a Ernesto y a Elisheba y andaba casi siempre –cuando de asuntos profundos se trataba– con Marino, con Alma y con Hiram; y en este caso también con Sixto, que sí amaba el feeling y podía matar por una entrada para escuchar a Doris de la Torre, Ela O’Farril o Gina León. En fin, ir al debate motivó a Benjamín.”

“—Ven con nosotros mami, vamos con Hiram, con Marino, con Alma y con Sixto, a ti te va a interesar. Dicen que García Galló no ha podido soportar que alguien en Cuba hable de tristeza cuando tenemos una Revolución –dijo con ironía Benjamín…”

“…Ante tanta insistencia y argumentos, Blanca fue con ellos a la primera sesión. Repleto de público el salón. Escucharon a Alejo Carpentier disertar acerca del diálogo inevitable de la música con lo foráneo; argumentando que en el país que sea, la música influye y se deja influir. Todo el debate tenía tanto de prometedor por positivo como por negativo, dependía de cual tendencia acabaría por dominar.”

“A ellos, en general, les parecía –y les parecería cada vez más– muy contrastante el hecho de que un proceso que hubiese dado tantas libertades a las mujeres, a los negros, a los pobres y a los discriminados de siempre, se empecinara contra otras libertades de pensamiento y de creación intelectual.”

“Algunos regresaron a otras sesiones, pero todos siguieron el debate por la prensa nacional. Los dogmáticos perdieron ese round, porque era muy fuerte la presencia de intelectuales no extremistas que, por sus conocimientos, pudieron dominar. César Portillo de la Luz argumentó los orígenes del feeling tan atrás como después de la Segunda Guerra Mundial y la idea de que lo importante era poner “emoción y vida a lo que se va a interpretar”; Argeliers León desarrolló la tesis de que el feeling era “una expresión genuina de nuestro folklore urbano”; Valdés Arnau que al contrario de la decadencia que se le quería imputar, este era “una fuerza renovadora”; Doris de la Torre dijo que lo cantaba con el mismo sentimiento y por las mismas razones que tenía “para cantar a Sindo Garay”. Así, uno por uno, los artistas se fueron negando a ser aplastados por el dogmatismo. El feeling fue defendido tanto por algunos que más tarde se convirtieron también en dogmáticos, como por otros que después se tuvieron que marchar del país…”

Bueno, son solo fragmentos, hay mucho más, pero creo que se notan las contradicciones y debates del momento. Como te dije antes, además de mis recuerdos, traté de revisar y compilar toda la información disponible sobre cada hecho descrito en el libro.

Tú has decidido contar la historia de tu hermano, una historia íntima pero que también pertenece a este país. Mi pregunta es entonces: ¿por qué has decidido abrir la puerta de la sala de la casa de tu familia para contar sobre la vida de Benjamín?

Una persona no logra nada hasta que está lista. Antes de escribir o de hacer un documental donde lo menciono, la historia de mi hermano estuvo presente sin ocultarla, en muchísimas decisiones que tomé en mi vida, en muchísimas participaciones públicas.
En una ponencia que hice en un evento, en 2004, yo le dedico el trabajo a mi hermano Benjamín, luego lo menciono en mi documental “El Accidente”. Allí digo que mis padres no hubiesen podido resistir la muerte de otro hijo (en este caso la mía propia, pues estaba dentro del avión accidentado) porque hacía un poco más de 10 años habían perdido a un hijo que se había suicidado después de salir de la UMAP.

Ese comentario, me costó que eliminaran, de un día para el otro, la proyección del documental  en el programa “Arte Siete”, es decir, de la tanda del domingo. Dos años después se estrenó tarde en la noche en otro programa. En fin, desde que me jubilé y murió mi papá (en 2002 ambas cosas) yo tuve el tiempo y la posibilidad de enfrentarme a los papeles de mi familia. Pude recuperar los de mi mamá, que escribió un diario desgarrador al morir mi hermano y que incluyo (editado y recortado) en el libro.

Un día de 2010 o 2011, escribí el primer capítulo o segmento (11 de octubre de 1968) que salió de un tirón y nunca lo cambié. Después la motivación fue creciendo hasta que se hizo una necesidad y una obsesión. Empecé a buscar a sus amigos y los encontré a casi todos. Algunos me ofrecieron detallados y hermosos testimonios que eternamente agradeceré. Ojalá la historia y los poemas de mi hermano se publiquen. El libro contiene poemas de Benjamín y de mi mamá, cartas, diarios, fotos. Creo que es la forma que he tenido de que mi hermano y su obra no sean olvidados. Es también la historia de un período tal y como una familia cubana lo vivió; en especial mi madre.

¿Crees que tu madre estaría complacida con esta obra?

Sí. Aunque hace 20 años que mi mamá falleció, creo que lo agradecería por su hijo y por ella misma. Su deseo era no dejar morir la historia y la obra de Benjamín y eso es lo que pretendí hacer al escribir este libro, aunque en mi caso he intentado, además, reflejar la historia de una época tal y como mi familia la vivió, haciendo, por supuesto, énfasis en lo que menos se ha conocido y lo que más nos lastimó.

Es verdad que el tratamiento a la homosexualidad -y a la “diferencia”, en general- ha sido y sigue siendo injusto y cruel en muchos lugares del mundo, pero mi libro se centra en la experiencia de mi país, en mi familia, en Benjamín y sus amigos artistas, en nuestra nación en general.

De todas maneras quisiera añadir que esta obra, aunque se basa en una historia real y contiene fotos y documentos escritos por mi madre, personas cercanas y por el propio Benjamín, no puede, ni pretende ser, una reproducción exacta o completa de la vida de mi familia ni de la época que nos tocó vivir; tampoco de los amigos que acompañaron en los años 60 a mi hermano; hasta que decidió que morir era más sensato que esperar.

Solo mis padres, hermanos, hijos y yo, además de algunas figuras públicas o incidentales, tenemos nuestros nombres y verdadera identidad. Los demás personajes, aunque están inspirados en seres reales, han sido recreados por la ficción.

Volviendo a tu pregunta, aunque yo he tenido, y tengo, mi propia evolución mental y proyecto mis propias valoraciones actuales, para ser justa, tengo que decir que mi madre educó a mis hijos mayores sin odio y sin rencor. A veces ella decía a sus nietos: “a mí me tocó perder, pero después de ver tantos niños pobres y hambrientos en Colombia (su país natal), yo me acuesto tranquila al saber que aquí los niños están protegidos y van a la escuela”.  Ni ella, ni mi padre, adoptaron el odio y el resentimiento como opción; pero hubieran querido, si hubieran podido, reivindicar a su hijo mayor, publicar su obra y denunciar lo que tuvieron que padecer. Yo creo que ella habría estado muy satisfecha con esta obra si hubiera vivido 20 años más. Y, si no es mucho abusar de tu paciencia y espacio, me gustaría cerrar con el exergo que escogí, porque es como decirle a mi madre que, al final, nadie muere si ha dejado una obra y una lección para la posteridad:

No hay muerto, por bien muerto

que en las entrañas de la tierra yazga,

que en otra forma, o en su forma misma,

más vivo luego y más audaz no salga.”

José Martí

Publicación original de la Parte I de esta entrevista en Negra Cubana (2016) y de la Parte II en Cuba Posible (2017).